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Retrato de la Loçana andaluza. Edición digital
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nosotros deuíamos hazer con vos como hizo aquel médico pobre que entró en
Andújar, que, como vido y prouó los munchos y buenos ráuanos que allí nacen,
se salió y se fue a otra tierra porque allí no podía él medicar, que los ráuanos defen
dían las enfermedades. Digo que me auéys lleuado de las manos más de seys perso
nas que yo curaua que, como no les duelen las plagas con lo que vos les aués dicho,
no vienen a nosotros, y nosotros, si no duelen las heridas, metemos con qué duelan y
escuezgan porque vean que sabemos algo quando les quitamos aquel dolor. Ansí
mismo a otros ponemos vngüento egipçiaco, que tiene vinagre. loçana:
Como a ca
uallos, vngüento de albéitares.
médico: A los dientes no ay remedio sino pasallos
a çera, y vos mandáys que traygan maxcando el almástiga y que se los linpien con
raýzes de maluas cochas en vino, y mandayslos lauar con agua fría, que no ay
mejor cosa para ellos y para la cara y manos: lauar con fría y no callente. Mas si lo
dizimos nosotros no tornarán los pacientes. Y assí, es menester que huyamos de vos
porque no concuerda vuestra medicaçión con nuestra cúpida yntençión.
loçana: Señores míos,
ya veo que me queréys motejar. Mis melezinas son: si pega, pega. Y míroles a las manos
como haze quien algo sabe. Señores, concluý que el médico y la medicina los sa
bios se siruen d’él y della, mas no ay tan asno médico como el que quiere sanar el griñimón,
que Dios lo puso en su disposiçión. Si vuestras merçedes quieren vn poco de fauor
con madona Clarina en pago de mi malefiçio, esperen aquí y haré a su señoría
que hable a vuestras merçedes, que no será poco. Y si tiene que medicarse en su fuente,
entrarán vuestras merçedes aunque sea de rodillas. cirúgico:
Pues sea ansí, señora
Loçana. Diga barua qué haga. No querría que más valiese mi capa de lo que esta ga
na. Ya es entrada. Esperemos y veremos la clareza que Dios puso en esta ytaliana,
que dizen que, quando beue, se le pareçe el agua y se le pueden contar las venas. ¿Veyslas
las dos? Hable vuestra merçed, que yo no sé qué le dezir.
médico: Madona Clarina, séale
recomendada la señora Loçana.
clarina: Oý, da, me recomiendo. Dime, Loçana,
¿quién son aquellos?
loçana: Señora, el vno es de Orgaz y el otro de Jamilena, que me
dicaua y hyua por leña y metía todas las orinas juntas por saber el mal de la comu
nidad. Señora, vamos a la loja.
clarina: Andemos. Dezime, ¿qué cosa ay aquí en aque
sta escátula?
loçana: Madona, vnos poluos para los dientes, que no se caygan jamás.
clarina: ¿Y esto?
loçana: Para los ojos.
clarina: Dime, española, ¿es para mí?
loçana: Mado
na, no, que es para madona Albina, la de Auiñón.
clarina: ¡Vaya a la horca! ¡Dámelo
a mí!
loçana: No lo hagáys, señora, que si vos supiésedes lo que a ella le cuesta, que dos
cueros de olio se an gastado, que ella conpró que heran de más de çien años, por hazer
esto poquito.
clarina: No te curar, Loçana, que non vollo que lei sea da tanto que habia questo,
que yo te darò olio de duzenti ani que me donò a mí miçer yncornato mio, trouato so
ta terra.
Dime, ¿ha ella casa ni viña como que ho yo?
loçana: Sea desta manera: tomad
vos vn poco y dadme a mí otro poco que le lleue, porque yo no pierda lo que me ha
prometido, que la póluora no se halla ansí a quien la quiere, que se haze en el pa
raýso terenal y me la dio a mí vn mi caro amante que yo tuue, que fue mi señor Dio
medes,
el segundo amor que yo tuue en este mundo, y a él se la dieron los turcos,
que van y vienen cassi a la continua. Y piense vuestra señoría que tal póluora como essa
no me la quitaría yo de mí por dalla a otrie si no tuuiese gran nesçesidad, que no ten
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