MA1783D9057
Probanza. Miguel Arrabal, vecino de Málaga, contra Francisco Bimes, de la misma vecindad, sobre injurias
Fecha | 1783 |
Localidad | España, Málaga, Málaga |
Proyecto | HISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833 |
Financiación | MINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021 |
Archivo | Archivo de la Real Chancillería de Granada |
ID del manuscrito | ARCHGR 10721/4 |
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4ª [1] A la cuarta, dijo: ha oído decir que Diego
Jiménez, a influjos del don Francisco Bimes y oferta
que le hizo, había declarado en contra del don
Miguel de Arrabal diciendo que este le había
ofrecido, por que declarase a su favor, cien reales;
lo que así había ejecutado sin embargo de ser
contrario a la verdad, por solo complacer y
darle gusto al don Francisco Bimes, quien lo había
embriagado para lograr su intento; como en
efecto lo logró según ha sido informado
el testigo públicamente. Haciéndose asimismo
juicio que será verdad, por cuanto así lo
ha ejecutado el don Francisco Bimes con el que
depone en varias ocasiones, luego que tuvo
noticia que el presente receptor se hallaba en
esta ciudad, pasando a su casa,
suplicándole fuese a dar una declaración a su
favor y en contra del don Miguel de
Arrabal, y manifestádole el que depone
que él no podía bajo de juramento decir si no
es la verdad, de poco le podría aprovechar
su declaración, y menos cuando no sabía
cosa en que poder perjudicar a el
Arrabal. Lo que, oído por el Bimes, le manifestó
que por eso no lo dejase, que si le quería
favorecer él le diría lo que había de
deponer. En cuyo acto le expresó el testigo se
fuese con Dios, que
él no iba a declarar cosa que
no sabía, con lo que se retiró diciéndole:
pues hombre, hazme el favor de llegarte
a mi casa al mediodía
; de que le dio
palabra el testigo y así la cumplió luego que
llegó dicha hora, yendo en compañía de don
Juan Marín, oficial del que depone, por no
determinarse a ir solo conociendo su genio.
Y, llegado a sus casas, preguntó por él, y le
respondió una hija que tiene, como de edad
de unos doce años, que su padre no se
hallaba allí, pero que había dejado recado para
que luego que fuese el testigo le aguardase
un poco ínterin volvía. Y por no poder
detenerse, la dijo expresase a su padre cómo
ya había estado allí a cumplir con su
palabra, y, retirándose a sus casas, pasada
como hora y media, le fue a llamar a nombre
del dicho Bimes José Bustamante, testigo de
él, quien le dijo que para qué efecto le
quería el Bimes, que si ya no le
había
manifestado que no podía declarar nada en contra
de don Miguel de Arrabal. Y le respondió
que él y otros lo habían hecho llevados de
las persuasiones del don Francisco Bimes, quien les
había instruido de lo que habían de declarar,
y que lo mismo podía hacer el que depone. Y,
replicádole este que él no declaraba más de lo
que fuese verdad pues no había más de un
alma, y que de hacerlo se seguían muchos
perjuicios a que en todo tiempo estaría
responsable, le expresó el José
Bustamante: pues hombre, ya que no quieres
declarar a favor del don Francisco Bimes, cuidado que
no manifiestes a nadie esto que te he
referido, pues una vez hecho, aunque sea contra
verdad, es menester llevarlo adelante por
evitar cualquiera mala consecuencia que
indispensablemente me había de sobrevenir
.
Con lo que se fue y a breve rato llegó el
Bimes instándole al mismo efecto, lo que no
pudo conseguir en modo alguno. Y que en
cuanto a lo demás que contiene la pregunta, lo
ignora, y responde.
4ª [2] A la cuarta, dijo: que un día, habiéndole
citado don Miguel de Arrabal para que fuese
a hacerle favor de oír a Diego Jiménez en
sus casas, lo practicó así junto con don
Salvador Molina, don José Romero, don José
de Ayala, escribano de los reinos, y otro, de
cuyo nombre y apellido no se acuerda. Y,
estando ocultos donde no pudiera verles
el Diego Jiménez, le preguntó el don Miguel
de Arrabal tocante a el asunto de la
declaración que tenía hecha, haciéndole
para ello distintas preguntas en
términos que vino a decir el Diego Jiménez
que lo que él había declarado no
había sido cosa que le perjudicase a su
estimación, y que si lo había hecho
había sido motivado de que el don Francisco Bimes,
estando en su casa, le había dado de
merendar unas tajadas de carne
guisadas en estofado y porción de vino de
un barril grande que tenía como de
cuatro arrobas, en términos que se
había embriagado; después de lo cual le
había sacado de paseo llevándole por
el muelle, Mundo Nuevo, y otras partes,
y posterior le llevó a presencia del escribano,
ante quien hizo la declaración. Y dijo
el mismo don Francisco Bimes, hablando con
dicho escribano y otros que allí había:
Vea usted aquí al señor que es uno de los
testigos que yo presento
; con lo que
concluido se fueron. Y que a otro día
después de este lance, ya cuando el Diego
Jiménez se hallaba en su juicio, se
volvió a encontrar al don Francisco y el
escribano, y dicho aquel a este mirando
hacia el Diego Jiménez: Vea usted aquí
señor secretario uno de los testigos que el
don Miguel de Arrabal le daba cien
reales por que declarase a su favor
. Y
que entonces replicó el Jiménez que
él no había dicho tal cosa ni podía
decirlo por no ser verdad. Y en lo demás
que contiene la pregunta lo ignora
enteramente, y responde.
Dijo[3] es su deposición, y lo mismo que declaró
hizo y depuso ante dicho escribano a excepción de que
la testigo hubiese oído decir al procurador Paredes ni
a el abogado comisionado que qué nobles ni que
mierda, que los nobles no podían ir atados si no
es por las muñecas, y pues en eso y que si estaba
embarazada que qué embarazo ni que tal, que
lo echase por los ojos que se le haría otro
;
pues esto no lo había expuesto, y si aparecía
así sería postura del escribano, por cuanto ella no solo
no lo había dicho sino es que ni lo oyó ni
conoce al tal procurador ni abogado
Dijo[4]: que
además de lo que tenía expuesto en la
declaración que sale al folio setenta y tres
vuelto de dicha segunda pieza, en su primera
pregunta tiene que exponer de lances
acaecidos con don Francisco Bimes, posterior a
todo ello, que este, desde que declaró el testigo a
instancia del don Miguel de Arrabal,
siempre le ha andado buscando la boca para
quimeras, poniéndole en distintas
ocasiones en términos de hacer un
atentado, a no mirar que de ello podía
dimanar la perdición del que depone por
el genio tan provocativo y fuerte del
don Francisco Bimes; llegando a tanto
extremo que, en una ocasión, como diez o doce
días antes de carnestolendas próximas,
pasadas, estando el que depone casa
de don Nicolás, cuyo apellido le parece
es el de Martínez, trabajando, llegó
el Bimes con el motivo de ir a vender
ciertas cornucopias. Y, habiendo visto
al testigo después de haber hablado con
el don Nicolás, le dijo: Este gran
pícaro que ha declarado contra mí se ha de
acordar, pues no he de parar hasta que
lo ponga de espaldas
, y otras razones
muy irritantes. Con lo que el testigo
sobresaltado, viendo su imprudencia, le
expresó se detuviese en el modo de hablar,
y mirase que era hombre tan blanco
como él, que si había declarado, había
hecho lo que Dios le mandaba, pues el
juramento que se le recibía, no lo había de
quebrantar para condenarse. Con lo que el
don Francisco Bimes se irritó más, de suerte que
agravió al deponente en su estimación,
profiriendo que era un hombre ruin, hijo de un mal
padre, y que estaba por hacer con él un
disparate. Y, replicádole el deponente que harto
haría en ser igual a él, los promediaron
el don Nicolás y su mujer para que no
acaeciese algún lance ruidoso, con lo que se acabó.
Y, viendo el testigo el riesgo a que le exponía
el don Francisco Bimes, le dijo al don Nicolás cómo
iba a querellarse de él, pues su estimación
era primero que todo; pero después, ya
sosegado, conociendo los pocos medios que le
acompañaban y temeroso de que antes que hiciese
ver su justicia le pusiese el Bimes en
términos de perderse, lo dejó. Y aunque después
siempre que le encuentra le hace ademanes como
a sacar algún arma para él, ha procurado
el testigo evitar cualquier lance, echando
por distintos sitios
Dijo[5]: sabe
y le consta, tanto de oídas de diferentes
personas y en particular a algunos de
los testigos, que el don Francisco Bimes anda
insultando, amenazando y buscando
quimera con los que han depuesto a favor
del don Miguel de Arrabal, pues luego
que se los encuentra en la calle u otro
cualquier sitio no los baja de pícaros
indignos; y al mismo tiempo,
arrimándose hacia ellos, como deseando
quimera, y con demostraciones como a
sacar armas. Y sabe muy bien que a no
ser por la prudencia de los dichos testigos
y conocimiento que tienen del mal genio
del Bimes, hubiera habido muchas
desazones, pero sin embargo no por eso
ha dejado, ni deja de continuar
haciendo lo mismo aun en el día, pues no
hace muchos que, yendo el deponente por el
sitio que llaman plazuela de Villalona,
pasando el don Francisco junto a él, le dijo:
Habla, picarón
, de que no hizo caso el testigo. Con
lo que se fue el dicho Bimes, volviendo de
instante a instante la cara, meneando la
cabeza, como en acción de quererle
decir, que él se la pagaría. Y también en
otra ocasión, estando el que depone en la
calle de la Morenica, se encontró con el
don Francisco, que iba este acompañado de don
Bernardo Queiro, su procurador, quienes se
quedaron parados para el testigo y hablando entre
sí cosas que no pudo oírlo; pero, después
que se fueron, le informó una vecina que
estaba en su ventana oyéndolos cómo
habían dicho que el deponente era un gran
picarón e indigno, y que hasta que lo
pusiera de espaldas no había de parar,
que lo que sentía era que todos le huían
la cara y no podía vengar su ira. Esto
no obstante de que en varias y distintas
ocasiones ha llegado el don Francisco Bimes a
él, de hecho y caso pensado a buscar
quimera, lo que, conocido por el testigo,
mirando tener que perder ha hecho la
vista gorda, se ha retirado y le ha
dejado
6ª [6] A la sexta, dijo: que de su contenido solo le consta
que la noche de la prisión del Bimes, estando el testigo
casa de su madre que está por encima de la de aquel,
oyó como a las siete de la noche, a corta
diferencia, ruido en las casas del don Francisco Bimes, por
lo que bajó el testigo hacia ellas y advirtió se
condolía y quejaba este, diciendo le habían dado
diferentes palos los ministros de justicia. De lo que
públicamente afirmaban los concurrentes que allí
había (que eran muchos) y expresaban que
era lástima y compasión lo que habían
hecho con él. Y, entrando dentro de la casa, vio
que doña Rita, mujer del Bimes, la estaban
desnudando para meterla en la cama por hallarse
embarazada y haberse puesto mala del susto
que había tomado, quien se quejaba mucho. Y por
último le mandaron al testigo fuese a llamar al médico
para que la curase, lo que ejecutó inmediatamente
retirándose a la calle. Y no volvió después, desde cuyo
tiempo ha observado que el Bimes se conduele
del pecho, pero ignora si será dimanado de
dichos golpes o de otra enfermedad que
adolezca; pero a la mujer vio en varias ocasiones,
que fue a su casa, en el intermedio de once
o doce días, visitarla el médico y estar
mala en cama, y responde.
3ª [7] A la tercera, dijo: que una mañana de
las que se principió esta causa, (que es
lo único de que se acuerda) llegó a casa del
que depone Antonio Espinosa Ricardos, y le
dijo le hiciese gusto de irse con él a casa
de su cuñado don Miguel Arrabal, lo que así
ejecutó. Y con efecto, luego que habló con
él, le dijo este si sabía o tenía noticia
del pleito que tenía pendiente con don Francisco
Bimes, de esta misma vecindad. Y,
habiéndole manifestado el testigo que bien lo sabía, le
dijo: pues hombre, yo quisiera que tú fueses
testigo en esta sumaria por mí parte, que
no perderías nada, pues yo te daría trabajo
todo el año y además para una capa, y te
llevarías un retablo
. Lo que, oído por el
deponente, le expresó que él no quería servir de
testigo por interés alguno contra el Bimes,
por ser un hombre de arreglada conducta y
tenerle conocido de muchos tiempos a esta
parte, y haberle enseñado el arte que
profesa; y no quería ir contra él pues le
había dado el pan, y responde.
3ª [8] A la tercera, dijo: que en uno de los días
antes de que se principiara esta causa,
llegó al testigo don Miguel de Arrabal a
solicitarlo para que fuese a declarar como el
Bimes le había dicho a él que era un
ladrón, ofreciéndole que si así lo hacía
le daría cien reales. Lo que, oído por
el testigo, le replicó diciendo que
como quiera que él no había oído
decir tal cosa no lo podía declarar, y que
así, aunque le diesen mil pesos, no
lo haría por no faltar a la
verdad. Con lo que, y viendo la
resistencia del deponente, se fue el don
Miguel, diciéndole al mismo tiempo: pues
vaya usted con Dios, que otros que lo han
oído han declarado y les he gratificado
.
Y responde.
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