MA1702D9005

Información sumaria: Pedro de Castroverde, vecino de Vélez Málaga, contra Roque Jacinto y Francisco de Lagos y otros vecinos de Benamocarra, sobre haber salido a la calle con una escopeta y una espada, y por palabras descompuestas

Fecha1702
LocalidadEspaña, Málaga, Vélez Málaga
ProyectoHISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833
FinanciaciónMINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021
ArchivoArchivo de la Real Chancillería de Granada
ID del manuscritoARCHGR 10357/3

View options

Text: - Show: - Tags:


Y, habiendo acudido el testigo y el dicho Juan de Aranda, vio salir a el dicho Roque Jacinto de Lagos de las casas de su morada con una escopeta corta en las manos, que tendría de largo como una vara, con caja y todo; la cual se la puso en la cara y, apuntando hacia donde estaban don Pedro Castroverde y Juan García del Castillo, escribano de su majestad, dijo: Quítense de en medio que el que no se quitare delante le he de dar un escopetazo. Y asimismo le oyó decía: Fuera, fuera, perros; y esto echando mil votos y porvidas. Y en esta ocasión vio el testigo que dicho don Pedro de Castroverde y dicho Juan García del Castillo estaban arrimados a la puerta del dicho Roque Jacinto, los cuales, viendo que el susodicho hacía semejante demostración, se apartaron de dicha puerta y se fueron. Y en esta ocasión vio asimismo que Francisco de Lagos, hijo del dicho Roque Jacinto de Lagos, salió acompañando a dicho su padre con una espada y un broquel, armando mucho alboroto; en conformidad que le parece a el testigo que, a no haber acudido gente, los susodichos hubieran maltratado a dicho don Pedro de Castroverde, porque el susodicho y el dicho Juan García del Castillo no llevaban armas ni les hablaron mientras el testigo estuvo presente cosa alguna que les motivase a tal acción. A lo cual se halló presente mucha gente, y entre ella se acuerda estuvieron don Pedro Cusío, vecino de la ciudad de Granada, Martín Sarmiento, José Gordo, y los dichos Juan de Aranda y Juan García del Castillo, y otras muchas personas que no se acuerda cuáles fueron. A lo cual vio el testigo se halló presente Gabriel Martín, alcalde ordinario de dicha villa, porque lo vio salir de las casas de la morada de el dicho Roque Jacinto cuando el susodicho y su hijo se iban corriendo a la iglesia. Y dicho alcalde no pidió favor al rey ni vio el testigo hiciera diligencia alguna de prenderlo. Y después, estando el testigo en casa de Martín Sarmiento, llegaron a ella el dicho alcalde y el dicho don Pedro Castroverde y Juan García del Castillo, escribano, y le embargaron a el dicho Martín Sarmiento un borrico y lo depositaron en Francisco Ruiz de la Chica por una cantidad que dijeron debía dicho Martín Sarmiento a dicho don Pedro de Castroverde. Y entonces el susodicho le dijo a dicho alcalde cómo el haber ido a casa del dicho Roque Jacinto había sido a buscar a dicho alcalde, por haberle dicho en su casa estaba, en casa del dicho Roque Jacinto. Y ha oído decir públicamente que el susodicho dice que la causa de haber ejecutado semejante acción y descompostura había sido porque el día antes le habían dicho que dicho don Pedro de Castroverde había de ir con orden del corregidor de esta ciudad a prenderlo con muchos ministros. Y que todo lo que ha dicho es la verdad so cargo de su juramento. Leyósele este dicho, ratificose en él, encarguele el secreto y lo prometió, y dijo ser de edad de veinte y ocho años. Y no firmó por decir no sabía escribir, firmelo yo, el presente receptor, que de ello doy fe. ante Miguel Pérez Pelayo receptor. Y habiendo llegado a la puerta de la calle dicho don Pedro Castroverde y dicho Juan García del Castillo, llamaron a dicho Gabriel Martín, alcalde, diciendo: Señor alcalde, lléguese usted aquí con licencia de esos señores. Y entonces vio el testigo que dicho Roque Jacinto se levantó y, arrempujando a dicho alcalde, lo metió en un aposento que está en el patio de dicha casa, donde tiene el oficio, y luego salió con una escopeta corta en las manos que tendría como una vara de largo, con caja y todo, con la cual salió apuntando a dicho don Pedro de Castroverde y a los demás que le acompañaban, diciendo: Fuera, fuera. Y, viendo dicho don Pedro y el testigo y los demás semejante resolución, y por no perderse ni llevar armas, se apartaron de la puerta de dicho Roque Jacinto, el cual salió a la calle y arrancó a huir, y se fue a la iglesia en compañía de Francisco de Lagos, su hijo, quien le acompañó en este lance con una espada y una rodela haciendo diferentes amenazas, como para querer dar con ella a dicho don Pedro y los demás; a el cual el dicho su padre, a el punto de irse, le dijo que sacase el caballo, el cual volvió y lo sacó y se lo llevó. A todo lo cual se halló presente Juan del Río, alcalde que de presente es del lugar de Iznate, que estaba con el dicho Roque Jacinto de Lagos, y el dicho Gabriel Martín cuando a el susodicho lo fueron a llamar. Y en todo este lance no pareció dicho Gabriel Martín, siendo así que fue mucho el ruido y alboroto que se originó por la mucha gente que concurrió, hasta que por dicho don Pedro se envió a llamar a el susodicho, que todavía estaba dentro de la casa de dicho Roque Jacinto. Y, habiendo salido, le dijo dicho don Pedro de Castroverde: ¿Qué hace usted, señor alcalde? ¿Cómo no acudido usted habiéndome apuntado con una escopeta Roque Jacinto? ¿Por qué no administra usted justicia?. A que respondió dicho alcalde que no había oído nada, y entonces le dijo a el dicho Juan García del Castillo que escribiese la causa, lo cual lo cual se lo dijo dicho don Pedro de Castroverde, a quien le respondió el dicho Juan García no lo podía hacer sin orden del corregidor de esta ciudad. Y entonces dicho don Pedro de Castroverde le dio a el testigo un papel que había escrito dicho Juan García del Castillo para que lo trajese a el corregidor de esta ciudad, dándole cuenta de lo referido. Y el testigo se lo trajo, por cuya causa lo quiso prender y no le dio respuesta de dicho papel. Y después acá ha oído decir a diferentes personas de cuyos nombres no se acuerda que el dicho Roque Jacinto de Lagos ejecutó lo referido por entender que lo iban a prender por diferentes cantidades que se dice debe el susodicho a el dicho don Pedro de Castroverde. Todo lo cual dijo ser la verdad so cargo del juramento que tiene hecho, y que es de edad de cuarenta años. Leyósele este dicho, ratificose en él. Y[1] habiendo el testigo oído motivar al dicho Roque Jacinto las razones referidas y tan desazonadas, a el pasar le preguntó que qué era aquello, a que le respondió a el testigo: Váyase usted con Dios a la calle, fuera, fuera. Y el dicho don Pedro solo respondió al dicho Roque Jacinto: Vamos fuera en hora buena; a tiempo que el testigo le estaba preguntando al dicho don Pedro de Castro que qué era aquello, a que respondió: Lo que es recelarse Roque Jacinto de este mandamiento de prisión y embargo de bienes que tengo contra él. 9 Testigo: Juan del Río. En la villa de Iznate, en veinte días del mes de septiembre de mil setecientos y dos años, yo, el presente receptor, de presentación de dicho don Pedro de Castroverde, y para la dicha sumaria, recibí juramento a Dios y a una cruz en forma de derecho de un hombre que se dijo llamar Juan del Río y ser vecino de esta villa y alcalde ordinario de ella, el cual lo hizo y ofreció decir verdad. Y, siendo preguntado por el tenor de la querella inserta en la real provisión de mi comisión y citas que en esta sumaria le hace Juan de Villalobos Velasco, testigo examinado en ella, dijo que habrá como tiempo de veinte días, poco más o menos, que el testigo pasó de esta villa a la de Benamocarra a hacer diligencias de la cobranza del censo real que está a su cargo. Y, habiendo llegado a dicha villa se fue a casa de Roque Jacinto de Lagos, escribano de ella, para que hiciera las diligencias de dicha cobranza, donde halló a Gabriel Martín de Lucena, alcalde ordinario de dicha villa, sentado con dicho Roque Jacinto en el patio de dicha su casa, junto a una mesa donde estaban al parecer leyendo o escribiendo. Y, habiéndoles saludado el testigo, se sentó en su compañía. Y, estando diciéndoles cómo iba a cobrar dicho censo real, dicho Roque Jacinto se levantó, diciéndole a dicho alcalde de Benamocarra: La justicia tengo en la puerta, apártense ustedes. Y entonces se arrojó y tomó una escopeta que tenía en dicho patio, y dijo: Fuera, señor don Pedro, ¿cómo se entra usted de esa forma en mi casa?. Y diciendo estas palabras se salió a la calle, y el testigo y dicho Gabriel Martín se salieron también, y entonces vio el testigo estaba en la puerta de dicha casa dicho don Pedro Castroverde y un escribano de la ciudad de Vélez llamado Juan García, y el dicho Juan de Villalobos, y otras personas que no se acuerda quiénes fueron por la mucha bulla que entonces se juntó. Y vio que la escopeta con que salió dicho Roque Jacinto era de más de vara de larga, porque antes la había visto muy bien por haber puesto la que el testigo llevaba junto a ella. Y asimismo vio que en esta ocasión tenía dicho Roque Jacinto en la cinta un terciado, no vio si lo sacó o no. Y asimismo vio que Francisco de Lagos, hijo de dicho Roque Jacinto, salió en compañía de su padre con una espada desnuda y un broquel, y el dicho Roque Jacinto se fue a la iglesia de dicha villa, y dicho su hijo hacia el campo. Y en esta ocasión dicho Gabriel Martín, alcalde, no pidió favor a el rey, ni habló palabra, ni después ha sabido el testigo se haya escrito causa por la justicia de dicha villa sobre lo referido. Y que no sabe más de lo que se le pregunta que lo que lleva declarado, que todo es la verdad so cargo de su juramento, y que es de edad de cuarenta años. Leyósele este dicho, ratificose en él, encarguele el secreto y lo ofreció. Y no firmó porque dijo no sabía escribir. Firmelo yo, el presente receptor, que de ello doy fe. ante Miguel Pérez Pelayo, receptor.

Legenda:

Expansión • ConjeturaTachado • AdiciónRestitución • Sic


Download XMLDownload textWordcloudFacsimile viewPageflow view