Declaración
de Marcos Escribano,
dueño del
azafrán. En el lugar de la Atarfe, en el dicho día,
mes y año, su merced dicho alcalde,
para justificación de lo contenido en
la cabeza de proceso y por ante mí, el
presente escribano, recibió juramento por Dios
y una cruz en forma de derecho de
un hombre que dijo llamarse Marcos Escribano,
vecino de la villa de la Roa, de donde
dijo ser vecino. Y habiendo jurado ofreció
decir verdad. Y, siendo preguntado a el
tenor de dicha cabeza de proceso, dijo
que ha ocho días que salió de su casa para
la ciudad de Granada a vender a la
aduana de ella seis libras de azafrán, las
cuales traía con su despacho, y tres pares
de medias negras manchegas, todo ello
en una cabalgadura suya propia. Y,
habiendo caminado como hasta unas
cinco leguas el mismo día que salió de
el dicho su lugar, se agregaron con el
declarante dos mozos que venían a pie,
que no les sabe sus nombres, sí que les ha
oído decir en algunas posadas donde
han hecho noche en el discurso de dichos
ocho días que habían venido caminando,
el que habían sido soldados. Y, habiendo llegado el
domingo en la noche, que se contaron quince
de el corriente, a la villa de Iznalloz, a el
mesón que llaman de Domingo, habiendo
descargado dicho su azafrán, que lo traía en una
lúa dentro de un costal juntamente con las
dichas medias, le parece que en el tiempo que
el declarante anduvo echándole de comer
a su cabalgadura los dichos dos mozos
rompieron el costal y lúa, y le quitaron dos
pares de medias y como cosa de libra y
media de azafrán, que esto no lo echó
menos ni vio por entonces rota dicha lúa y
costal por ser de noche. Y, habiendo
madrugado hoy dicho día para venir con dicho
azafrán a dicha aduana, tampoco a el tiempo
que lo cargó no reparó tampoco en si
estaba rota o no dicha lúa. Y, habiendo
salido de dicho mesón dichos dos mozos
soldados, y habiendo llegado a lo último de las
casas de dicha villa todos tres juntos, le
dijeron dichos mozos al declarante:
Váyase usted, que nosotros no nos queremos
mojar, que en abriendo el día nos iremos
. Y
con esto se volvieron a dicha villa, y el
declarante se vino vía recta a la aduana de la
dicha ciudad de Granada, la cual cuando
llegó a ella estaba cerrada la puerta de
adentro, y el montañés de ella estaba en el portal.
Y, estando descargando dicho azafrán, vio
estaba rompido el costal y lúa donde
venía, que según le parece lo hicieron con
algún cuchillo. Y, habiendo visto lo referido,
registró dicho costal, y vio le habían
quitado dos pares de medias de las tres que traía,
y con este motivo, en presencia de el dicho
montañés desvalijó dicha lúa. Y fueron
el declarante y dicho montañés a una
tienda y, habiendo pesado la lúa con el
azafrán, halló pesar menos libra y
media, no sabe fijamente lo que faltara de
dicho azafrán hasta pesarlo sin dicha lúa.
Y, discurriendo no podían haberlo hecho
otros si no es dichos dos hombres que habían
venido en su compañía, dejó dicho
azafrán entregado a el dicho montañés, y su
cabalgadura en un mesón, y salió a el
camino de dicha villa de Iznalloz, donde
encontró unos arrieros que habían posado en el
mismo mesón donde había estado posando el
declarante y dichos dos mozos, y les preguntó si
sabían hacia donde habían tomado el camino dichos
dos soldados, a que le respondieron que hacia
este lugar de la Atarfe; con cuya noticia vino a este
lugar, donde llegó bien tarde de la noche, y fue a el mesón
de él donde halló dichos dos mozos a la lumbre. Y el
declarante llamó a Carlos de Cazolilla y el mozo de paja
y cebada, y a otros arrieros que había en dicho mesón,
y les dijo que tuvieran cuidado con aquellos dos
hombres hasta que viera a la justicia, porque le habían
quitado libra y media de azafrán y dos pares de
medias manchegas. Y a esta sazón se levantaron
dichos dos mozos y empezaron a recoger unas
mochilillas que traían, que según le pareció a el
declarante era para irse. Y por que no lo hicieran
les dijo no se levantaran, porque no habían de
salir de el mesón si no le daban el azafrán y las
medias que le habían quitado, y que había de dar
cuenta a la justicia de este lugar para que los
castigase. Y le dijeron a el declarante, en
presencia de dicho mesonero, que callase, que le
volverían su azafrán y las medias y el dinero de
el que habían vendido en dicha villa de Iznalloz,
como con efecto sacaron un poco de azafrán,
como hasta cinco o seis onzas, y los dos pares de
medias referidos, y real y medio de a ocho en
plata. Y le dijeron: Tome usted eso, que nosotros no
hemos vendido más que tres onzas de azafrán
a precio de cuatro reales y cuartillo
. Y el
declarante no lo quiso tomar, y le dijo a el dicho
mesonero lo alzase, porque él quería dar cuenta
a la justicia, como con efecto la dio a su
merced dicho alcalde, quien vino en
compañía de el declarante a dicho mesón y prendió
a dichos dos mozos, y puso en la cárcel de este
lugar donde sabe están presos. Y que esto es la
verdad so cargo de el juramento que hecho
tiene, y que es de edad de cuarenta años. Y no
firmo porque dijo no saber escribir,
firmolo dicho alcalde. Doy fe.
Testificado, a su ruego lo
Pedro Calero Manuel Giménez
Declaración de Francisco
González, preso. En el lugar de la Atarfe, en diez y siete días de
el mes de enero de mil setecientos y trece años, su
merced dicho alcalde, para mayor justificación,
pasó a la cárcel de este lugar, donde están presos
los dos hombres contenidos en esta causa. Y
estando en ella, por ante mí el presente escribano, recibió
juramento a Dios y a una cruz en forma de
derecho de uno de dichos dos hombres, que
dijo llamarse Francisco González, y ser vecino de
el Colmenar, Axarquía de Málaga. Y
habiendo jurado ofreció decir verdad. Y, siendo
preguntado a el tenor de dicha cabeza de
proceso y qué oficio tiene en qué se ha
ejercitado, dijo ha sido soldado de el tercio de
la costa, en el regimiento de don
Fernando Constanza, de el segundo cuerpo de
dicho tercio, en la compañía de don Juan
Marín, y que había desertado el
declarante y su compañero Juan Ruiz, que es
también vecino de el dicho lugar de el
Colmenar, que está también preso, habrá
tiempo de cuatro meses. Saliendo de marcha
desde Badajoz y viniéndose para su lugar,
cinco leguas más acá de la Roa se
incorporaron con un hombre que no sabe cómo se
llama, que traía una mula y en ella un poco de
azafrán. Y vinieron en su compañía hasta la
villa de Iznalloz, donde llegaron a hacer posada
a el mesón de dicha villa el domingo en la
noche, quince de el corriente. Y, estándose el
declarante enjugándose la ropa a la lumbre de dicho
mesón, llegó el dicho Juan Ruiz, su compañero, y le
dijo: Dame esa navaja
. Y el declarante se la dio.
Y a otro día por la mañana, cuando fue a tomar
su mochila, vio había en ella un poco de
azafrán. Y, habiendo salido de la posada con el
dicho hombre para venir en su compañía como
lo habían hecho, le dijo el dicho su compañero,
amo de el dicho azafrán, se viniese porque no
podían pasar adelante porque llovía, que en
descampando se irían ellos. Y se quedaron en dicha
villa, donde vendió el dicho su compañero
tres onzas de azafrán a cuatro reales y
cuartillo y compró unos alpargatas. Y que no sabe
ni supo hasta anoche, diez y seis de el
corriente, lo de las medias, por cuanto se viniera
desde dicha villa de Iznalloz a hacer posada
a el mesón de este lugar, donde estando el
declarante y el dicho su compañero a
la lumbre, vio entrar en dicho mesón
bien anochecido a el amo del dicho
azafrán, el cual habiendo dicho había de dar cuenta
a la justicia de cómo le habían quitado el
azafrán y dos pares de medias, que hasta entonces
no sabía se le hubiesen quitado dichas medias.
Y el dicho su compañero le dijo a el dicho
hombre: Usted se sosiegue, que se le dará su azafrán y
las medias y el dinero de el que hemos vendido
;
como con efecto le daban un poco de azafrán,
real y medio de a ocho en plata y dichos dos
pares de medias. Y no lo quiso recibir por
decir le faltaba más azafrán, y el dicho
azafrán lo recibió el dicho mesonero, y dichas
medias y dinero el dicho hombre, quien dijo:
No se dejen salir a estos hombres, porque voy a
dar cuenta a la justicia
; como con efecto
lo hizo así. Y vino su merced dicho
alcalde a dicho mesón, y prendió a el
declarante y a el dicho su compañero y puso en la
cárcel de este lugar, donde de presente están.
Y que esto es la verdad y lo que sabe y
puede decir so cargo de el juramento que hecho
tiene, y que es de edad de veinte años, poco más
o menos. Y no firmó por no saber, firmolo
dicho alcalde. Doy fe.
Pedro Calero Manuel Giménez
Testigo. Y luego e incontinenti, para justificación
de esta causa, dicho alcalde, por ante mí el
presente escribano, recibió juramento a Dios y a
un cruz en forma de derecho de Tomás
Fernández, vecino de este lugar y mozo de paja y
cebada de el mesón de él, el cual habiendo jurado
ofreció decir verdad. Y, siendo preguntado
al tenor de dicha cabeza de proceso, dijo que
lo que sabe y puede decir es que anoche, que se
contaron diez y seis de el corriente, llegaron
al dicho mesón dos mozos que no sabe cómo se
llaman, y dijeron si había posada, y les dijo
pasasen adelante. Y al cabo de poco rato,
siendo bien anochecido, entró otro hombre a pie y
saludó a todos los que allí estaban, y llamó a el
testigo y a Carlos de Cazolilla, amo de dicho mesón,
y les dijo cómo aquellos dos hombres le habían quitado
dos pares de medias y libra media de
azafrán. Y de como vieron entrar al dicho hombre
se levantaron los dos como para quererse ir, y
les dijo: Nadie se mueva de ahí, porque antes de
salir de el mesón me han de dar el azafrán que me han
hurtado y los dos pares de medias, y si no he de
dar cuenta a la justicia
. Y dichos dos hombres
le dijeron: Usted se sosiegue, que por tener
necesidad lo hicimos, pero se le dará a usted sus
medias y el azafrán, y de lo que hemos vendido
se dará el dinero
. Y con estas razones
sacaron un poco de azafrán que traían en una
mochila, y dos pares de medias negras de
estambre, y real y medio de a ocho en plata. Y el dicho
hombre tomó dichas medias y dinero, y no
quiso tomar el azafrán por decir era mayor
porción la que le faltaba. Y se lo entregaron
a el dicho Carlos de Cazolilla, y sin embargo de
esto dicho hombre dio cuenta a su merced dicho
alcalde, quien vino a dicho mesón y prendió a dichos dos
hombres y puso en la cárcel de este lugar, donde
están. Y que esto es lo que sabe y puede
decir en razón de dicha cabeza de proceso, y la
verdad so cargo de el juramento que hecho tiene, y que
es de edad de treinta y cuatro años, poco más o menos.
Y no firmó por no saber, firmolo dicho alcalde. Doy fe.
Pedro Calero Manuel Giménez
Testigo. En el lugar de la Atarfe, en el dicho día, mes
y año, para dicha justificación, dicho alcalde, por
ante mí el presente escribano, recibió juramento a
Dios y a una cruz en forma de derecho de Carlos
de Cazolilla, vecino de este lugar y dueño de el
mesón de él, el cual habiendo jurado ofreció decir
verdad. Y, siendo preguntado al tenor de dicha
cabeza de proceso, dijo dijo que lo que sabe y
puede decir en razón de ella es que anoche, que se
contaron diez y seis de el corriente, siendo poco
antes de la oración, entró el testigo a el dicho su
mesón y vio estaban a la lumbre de él dos
mozos como de hasta veinte años, los cuales se
estaban calentando a la lumbre. Y después,
habiendo anochecido, vio entró en dicho mesón
un hombre que no conoce, y habiendo saludado a la
gente que estaba en dicho mesón llamó a el testigo
y a Tomás Fernández, su mozo, y les dijo cómo
aquellos dos mozos le habían quitado dos pares de
medias de estambre y como libra y media de
azafrán, dos onzas más o menos. Y a esta ocasión
los dichos dos mozos se levantaron como a querer
recoger la ropilla que traían, y el dicho
hombre les dijo: Nadie se mueva de ahí, que ya podréis
saber a lo que vengo, que de no darme el azafrán
que me habéis quitado y las medias he de dar
cuenta a la justicia
. A que respondieron se
sosegase, que se le daría. Y el testigo los llamó y les
dijo si era verdad habían quitado dichas medias y
azafrán, y le dijeron que sí que era cierto, y
les aconsejó lo volvieran todo y que
miraran no volvieran a hacer semejante cosa. Y
con efecto sacaron de unas mochilas un
poco de azafrán, y dijeron a dicho hombre habían
vendido tres onzas en la villa de Iznalloz
pero le darían en recompensa de ello real y medio de
a ocho que traían, como con efecto el dicho hombre
tomó el dicho dinero y los dos pares de
medias. Y el dicho azafrán no lo quiso tomar por
decir le faltaba más. Y el testigo lo tomó y
puso sobre un vasar, y sin embargo de lo
referido el dicho hombre y el testigo
fueron y dieron cuenta a su merced dicho
alcalde, por quien es examinado. Y vino en
compañía de ambos a dos a dicho mesón, donde
tenían detenidos a dichos dos hombres, a los
cuales, habiéndose hecho capaz de el lance
referido, y que habían hecho dicho hurto en la
villa de Iznalloz, estando todos tres
juntos en un mesón los prendió a los dos mozos
referidos y los puso en la cárcel
pública de este lugar donde están. Y el
testigo entregó dicho azafrán al dicho
alcalde, y que esto es lo que sabe, vio y puede
decir en razón de dicha cabeza de proceso, y
la verdad so cargo de el juramento que hecho
tiene, y que es de edad de cincuenta años. Y no
firmó por no saber, firmolo dicho alcalde. Doy fe.
Pedro Calero Manuel Giménez