En la ciudad de Granada, en veinte y dos días del mes de octubre
de mil y seiscientos y noventa y nueve años, su merced el señor licenciado don Francisco
de la Casa Alvarado, alcalde mayor de la justicia de esta ciudad,
siendo a hora de las cuatro de la tarde poco más o menos, dijo
se le ha dado noticia por un hermano de la hermandad de la
Caridad que, en una cueva que está en el camino del Sacromonte,
más allá del horno de Campumano, se ha visto un cadáver
difunto. Y que, habiendo ido a sacarlo para darle sepultura,
no se han atrevido a sacarlo hasta tanto a darle cuenta
a su merced para que diese la providencia que más convenga y
su merced para comprobar la persona del dicho cadáver, quien lo
llevó a dicho sitio y de que murió. Mandó hacer cabeza de proceso e
información sumaria y las demás diligencias que convengan para
la comprobación de esta causa, y su persona hizo las
diligencias siguientes y lo firmó.
Licenciado Alvarado Antonio Ortiz de Luque,
escribano
En la ciudad de Granada, en el dicho día, mes y año dichos, siendo
a dicha hora de las cuatro de la tarde poco más o menos, su
merced dicho señor alcalde mayor, con asistencia del presente escribano y
diferentes ministros, y de Pedro de la Vega y Juan de la Peñuela,
cirujanos y vecinos de esta ciudad; fue al sitio del camino
del Sacromonte, extramuros de esta ciudad, y habiendo
pasado el horno que llaman de Campumano, a las primeras
cruces, se hallaron diferentes personas, así hombres como
mujeres
y muchachos, y entre ellos José Vidal, maestro de
ensamblador, vecino de esta ciudad y mayordomo de la
hermandad de la Caridad, que a el parecer estaban
aguardando a su merced dicho señor alcalde mayor. Y habiendo llegado a un sitio
que está entre la segunda y tercera cruz del dicho camino
del Sacromonte, debajo de unas peñas que están a la mano
izquierda como se va a dicho camino, se halló una cueva con
la boca muy angosta, de forma que para haber de entrar
por ella es necesario entrar el cuerpo tendido. Y por estar
adentro oscuro se hizo traer unos hachos, con los cuales se
reconoció que la dicha cueva tiene a la entrada de la mano
derecha una concavidad larga y angosta en la cual,
con la dicha luz y desde la boca de dicha cueva, se reconoció,
cosa de dos varas dentro, un cuerpo al parecer difunto,
que estaba tendido en el suelo la cabeza hacia fuera y los
pies hacia dentro, y que a el parecer tenía por cabecera una
cosa blanca; y que del dicho cuerpo salía muy mal
olfato, de forma que las personas que estaban presentes hasta el
dicho camino del Sacromonte, era necesario para
tolerarlo oler tomillos y otros paños con vinagre. Y con
efecto, habiéndose puesto un pañuelo con vinagre en
las narices, Juan Ruiz, maestro de confitero y vecino de esta ciudad,
entró tendido y a gatas por la dicha cueva y ató el dicho
cadáver con un cordel por estar como dicho es el dicho
sitio muy angosto, que no se podía entrar de otra
forma. Y, habiendo tirado con dicho cordel del dicho
cadáver y sacádolo del dicho sitio, se reconoció ser al parecer
de mujer por estar descubierta de medio cuerpo abajo
el cual dicho cuerpo estaba muy negro y podrido,
y muy hediondo y reventado por el hombro
izquierdo y algunos sitios del vientre, de donde salía
mucha abundancia de gusanos. Y la cabeza y cara
solamente en la calavera, sin que en la cara tuviese
carne alguna, por lo cual no se pudo reconocer
qué persona fuese el dicho cadáver por estar como
dicho es en la calavera y en la cabeza algunos pelos. En
algunos sitios el cual dicho cadáver estaba vestido
el medio cuerpo arriba, con su camisa cerrada por el
cuello, una almilla de bayeta verde desabrochada
y a la parte de abajo tenía desatadas unas enaguas de
bayeta musca y una pollera negra, al parecer de estameña.
Y tenía puestas unas medias pajizas de lana y unos zapatos
viejos y, por estar la dicha camisa cerrada por el cuello
como dicho es, y que en la parte de los pechos estaba manchada
al parecer de sangre o sanguaza que había salido del dicho
cuerpo, el dicho Juan de la Peñuela, cirujano, cortó con unas
tijeras el dicho cuello y descubrió el dicho cuerpo para
reconocerlo. Y se halló que, debajo del sitio donde estaba dicha
mancha, entre los pechos tenía el dicho cuerpo una
abertura de donde salía gran copia de gusanos, por lo
cual, y estar dicho cuerpo tan podrido y hediondo que
causaba fastidio y que no se podía reconocer de qué
persona fuese por no tener en la cara más de los
huesos de la calavera, su merced dio orden al dicho
mayordomo de la Caridad para que le diesen
sepultura. Y, habiéndoselo llevado en un lecho de angarillas
que tienen para dicho efecto, su merced dio orden se
volviese a entrar en la dicha cueva para ver y reconocer
si en ella había alguna forma de estera o pellejo u
otra cosa que pudiese servir de cama en el sitio donde
estaba dicho cadáver. Y, habiendo entrado, se halló unas
enaguas blancas de lienzo basto manchadas de
sangre o sanguaza, que a el parecer habían estado
sirviendo de cabecera a el dicho cadáver, y asimismo un manto
de anascote mediado desdoblado. Y no se halló otra
ropa ni cosa que le pudiese servir de cama. Y dicho manto
y enaguas blancas su merced por ahora las entregó a
Antonio Monsalve, vecino de esta ciudad que vive en la cuesta del
Chapiz, y le mandó lo tenga en su poder no lo entregue a
persona alguna hasta tanto que por su merced se mande otra
cosa. Y el susodicho lo recibió y lo prometió así. Y para
que así conste su merced lo mandó poner por diligencia y lo rubricó,
de todo lo cual yo, el escribano, doy fe. Y, aunque habiéndose
sacado dicho cuerpo y visto por todas las personas que estaban
presentes, así hombres, mujeres y muchachos, a quien su merced dijo lo
mirasen y viesen si conocían quién era aquel cadáver,
Declaración de los
cirujanos y si faltaba alguna mujer en aquel barrio u
otro alguno donde tuviesen noticia, no hubo
persona entre las referidas que dijese conocía
el dicho cuerpo difunto, ni presumían quién pudiera
ser ni tenían noticia de que faltase mujer alguna.
Y para que así conste su merced lo mandó poner por diligencia, de que
doy fe.
Ante mí,
Antonio Ortiz de Luque,
escribano.
[1]
Diligencia y testimonio: Ana
Garrido[2] En la ciudad de Granada, en veinte y tres de octubre de seiscientos y noventa y
nueve años, su merced dicho señor alcalde mayor, prosiguiendo
en las diligencias de la comprobación de esta causa con asistencia
del presente escribano y diferentes ministros, fue a la placeta de la iglesia
colegial de Señor San Salvador de esta ciudad, donde estaba el
cuerpo difunto de la mujer contenida en esta causa, donde se
halló a diferentes personas que estaban mirando el dicho cuerpo,
entre las cuales su merced hizo diferentes diligencias
preguntando si alguno conocía a la dicha mujer. Y, habiendo noticia
que una mujer que vive en la casa del Chapiz conocía
a la dicha mujer difunta, su merced fue a la dicha casa del Chapiz,
donde halló a una mujer que dijo llamarse Ana Garrido
y serlo de Juan Solar, que vive en la dicha casa del Chapiz,
natural de la villa de La Peza y vecina de esta ciudad, de la
cual su merced recibió juramento a Dios y a una cruz en forma de
derecho. Y lo hizo y prometió decir verdad y, preguntada, dijo
que en la dicha villa de La Peza conoció la testigo a una mujer
llamada María Ruiz, hija de José Ruiz y de María Muñoz,
ya difunta, que a la dicha María Ruiz la llamaban por mal
nombre María Morena la cual era falta de juicio y tiene
un hermano llamado Salvador Ruiz, cerrajero, que es vecina
de la ciudad de Sevilla; la cual dicha María Morena andaba
por la dicha villa de La Peza, de donde era natural,
perdida, como falta de juicio, sin que nadie la pudiese
sujetar por su locura. Y, dos años antes que la testigo se
viniese de la dicha villa de La Peza a esta ciudad, se la llevó
a la dicha María Morena el dicho su hermano a la dicha ciudad
de Sevilla. Y habrá cinco años que la testigo está en
esta ciudad, y tiene noticia que la susodicha se casó
en la dicha ciudad de Sevilla con un hombre cerrajero
que no sabe su nombre, y que el susodicho se la trajo a esta ciudad
por decirle tenía hacienda en La Peza la dicha María Moreno,
y que venía a disponer de ella. Y cuando supo era
incierto se la dejó en esta ciudad en casa de Agustín Gómez, su tío,
cerrajero que vive en el Pilar del Toro. Y después supo la
testigo que la dicha María Moreno parió, y que por ser falta
no quería dar de mamar a la criatura, y dijo la
llevasen a dicha villa de La Peza, que allí le daría de mamar.
Y con efecto el dicho Agustín Gómez la envió a la dicha villa
de La Peza donde, por no querer cuidar de la
criatura, la echaron en la cuna de la ciudad de Guadix. Y la
dicha María Moreno se volvió a esta ciudad a casa del dicho su tío la
víspera del Corpus pasado de este año, donde ha estado
asistiendo hasta el día sábado, víspera de la fiesta de Nuestra Señora del
Rosario; que hoy hace veinte y un días que, siendo a hora de las nueve del
día, estando la testigo en la calle la vio subir la testigo a la
dicha María Moreno por la cuesta del Chapiz, y venía con
su manto de anascote, una pollera de estameña negra,
una almilla de bayeta verde, y la testigo la llamó y
estuvo hablando con ella, que no quería responder por
ser falta como dicho tiene. Y después la susodicha tomó por
el camino que va a el Sacromonte y, juzgando la testigo iba a
tomar las habas a el Sacromonte, le dijo: María, abrevia el paso
,
porque era cerca de las diez. Y reparó la testigo que la
susodicha llevaba debajo del brazo un bulto como de ropa
blanca que se le iba cayendo. Y el día siguiente, domingo,
llegó a casa de la testigo la mujer del dicho Agustín Gómez,
que venía buscando a la dicha María Moreno, y le dijo
cómo se había ido de su casa y que se había llevado unas
enaguas blancas. Y la testigo le dijo cómo la había visto
el día antes pasar por el camino hacia el monte, y la dicha mujer
se volvió a su casa y le encargó a la testigo que hiciese diligencia de
saber de la susodicha, y si tenía alguna noticia le avisase porque
era una tonta y sería posible se metiese en alguna cueva
y se dejase morir en ella. Y la testigo lo prometió hacer así y le encargó
a sus hijos y a diferentes pobres que van a el monte que le avisasen
si la veían. Y no ha tenido noticia, y ayer supo habían sacado de una
cueva una mujer muerta y ahora la ha visto muerta en unas andas
de la Caridad en la placeta de San Salvador de esta ciudad, que reconoce la testigo por
la ropa que tiene puesta la dicha difunta que es la dicha María Moreno
la que está muerta en las dichas andas porque, aunque por la cara
por estar comida no puede reconocerla, por la dicha ropa reconoce
y tiene por cierto que la dicha difunta es la dicha María Moreno.
Y esto es lo que sabe y puede decir en razón de lo que se le pregunta, y
presume que la muerte de la susodicha sería por ser falta de juicio
y entrarse en dicha cueva y dejarse morir en ella. Todo lo cual
dijo es la verdad so cargo de su juramento que tiene hecho, y que es de edad
R de cuarenta y cinco años. Y no firmó porque dijo no saber, rubricó su
merced, de que doy fe.
Ante mí,
Antonio Ortiz de Luque,
escribano.
Testigo: Agustín
Gómez[3] En la ciudad de Granada, en veinte y tres
días del mes de octubre de mil seiscientos y noventa
y tres, digo y noventa y nueve años, su merced
dicho señor alcalde mayor, prosiguiendo
en las diligencias de esta causa y para
comprobación de ella, por ante el presente escribano recibió
juramento por Dios y una cruz en forma de
derecho de Agustín Gómez, maestro de cerrajero
y vecino de esta ciudad, que vive junto a el Pilar
del Toro, el cual, habiendo jurado,
prometió decir verdad. Y, preguntado por esta
causa y cita, dijo que lo que pasa es que doña
Ana Ruiz Montañés, su legítima mujer, es natural
de la villa de La Peza, donde tiene algunos
parientes, y entre ellos vio el testigo
y conoció tenía una sobrina llamada
María Ruiz, que por mal nombre y por ser
morena de color le llamaban María Moreno,
que era hija de José Ruiz, a quien el testigo
conoció en dicha villa. No conoció a su madre,
que ya es difunta. Y la dicha María Morena
era moza soltera, falta de juicio, y como
tal andaba por las calles y los campos yendo
con los pastores y haciendo otras acciones y cosas
de falta de juicio, de forma que dio ocasión
a que los parientes en una ocasión, para
sujetarla, la tuviesen sujeta con grillos.
Y supo el testigo que un hermano que la dicha
María Morena tiene, que es maestro de cerrajero,
vecino de la villa de Alcalá de Guadaira, vino
a la dicha villa de La Peza, de donde se llevó
consigo a la dicha María Moreno, su hermana.
Y habrá cosa de diez meses, con poca diferencia,
que la dicha María Moreno vino a esta ciudad
a casa del testigo con un hombre llamado
Francisco Quintal, el cual trajo carta de Salvador
Ruiz, que es el hermano de la susodicha, para el
testigo, por la cual le daban cuenta cómo
la dicha María Moreno se había casado con el
dicho Francisco Quintal, de que asimismo traían
fe de desposorio y que venían
a esta ciudad para desde ella pasar a la dicha villa
de La Peza, a disponer de una poca hacienda
que le habían dicho a el dicho Francisco Quintal tenía
la dicha María Moreno en la dicha villa de La
Peza. Y el testigo, viendo que era incierto
tener tal hacienda la susodicha porque le
constaba muy bien era pobre de
solemnidad, y discurrió sería cosa que le habrían
propuesto a el dicho Francisco Quintal para que se
casase con la dicha María Moreno, y que según
lo referido lo habían engañado, el testigo
lo desengañó. Y así, por lo que le informó
el testigo y otras personas de la dicha villa,
vino en conocimiento de que la dicha María Moreno
era pobre de solemnidad, con lo cual, a los
quince días de haber llegado a esta ciudad,
el susodicho se ausentó de ella dejándose
en casa del testigo a la dicha María Moreno
preñada. Y el testigo, por ser como dicho es
sobrina de la dicha su mujer, la recogió
y tuvo en su casa por amor de Dios, donde
parió la susodicha una niña que se bautizó
en la parroquia de San Gil de esta ciudad,
y se le puso por nombre Ana. Y fue el testigo
su compadre y, respecto a que la dicha
María Moreno, por su falta de juicio,
solía dar en algunas manías, que una de
ellas era no querer hablar aunque le
preguntasen, y hubo ocasión en que en tiempo
de tres meses no habló tres palabras
aunque venían vecinas y algunas
personas eclesiásticas a casa del testigo y le
procuraban hablar, y asimismo habiendo
parido dio en la manía de aborrecer
su criatura sin permitir ni hablar
ni darle de mamar hasta que la susodicha
dijo que la llevasen a La Peza, que allí le
daría de mamar a la niña, con lo cual el
testigo la avió a dicha villa con un vecino de ella,
que no se acuerda de su nombre, llevando
consigo la dicha niña. Y a poco más de quince
días se volvió la dicha María Moreno sin
la niña a casa del testigo y, preguntándole
dónde dejaba la criatura, dijo la dejaba
en poder de el beneficiado de dicha villa, que
era su pariente y no sabe su nombre, solo
que se llama don José, quien le escribió
después a el testigo cómo la habían echado
en la cuna de la ciudad de Guadix. Y el
testigo tuvo en su casa, en su compañía
y de la dicha su mujer, a la dicha María
Moreno, recogida solamente por Dios,
porque no era de provecho para cosa
alguna por su poco juicio y manía,
en que daba en no hablar ni desnudarse
si no es arrinconada en un rincón ; hasta
que el día sábado, víspera de la fiesta
que se celebró a Nuestra Señora del Rosario
este año, que hace hoy veinte y un días,
la dicha María Moreno tomó el manto
diciendo se iba a misa a el hospitalico del Corpus
Christi como otras veces lo hacía. Y salió
de su casa vestida con su manto de anascote,
una pollera negra de estameña, unas enaguas
de bayeta musca que traía de ordinario
y una almilla de bayeta verde. Y después
le dijo a el testigo la dicha su mujer como se había
llevado la susodicha debajo del brazo
unas enaguas blancas que tenía suyas. Y,
viendo se pasó aquel día y no había vuelto
a la casa, el día siguiente partieron el
testigo y la dicha su mujer cada uno por su
parte a buscarla, así en el convento de
San Juan de Dios y otros hospitales. Y, con
noticia que tuvo la mujer del testigo
de que a la susodicha la habían visto en casa
de Juan Solas, que es de La Peza y vive en la
cuesta del Chapiz, fue a buscarla a dicha
casa, donde le dieron noticia la mujer de
el susodicho cómo el dicho día sábado la había
visto y hablado, y que había echado
por el camino del Sacromonte. Y, respecto
de ser camino que va a la dicha villa de La Peza,
y que aunque la buscó hasta la iglesia de
dicho Sacromonte no la halló, se presumió
el que se había ido a dicha villa, se volvió
a su casa dejando encargado a la mujer
del dicho Juan Solaz que si tuviese noticia
de ella se avisase. Y hasta ahora no han tenido
más razón de la dicha María Moreno ni
saben dónde ha ido. Y esto es lo que sabe y pasó
so cargo del juramento que tiene hecho, y que
es de edad de cincuenta años. Y lo
firmó y rubricó su merced, de que doy fe.
Testado: lo cual
Agustín Gómez[4]
Ante mí,
Antonio Ortiz de Luque,
escribano.

Tío y señor mío:[5] recibí carta de VM y con ella mucho
gusto, alegrándome goza VM de salud. La mía y la de
mi esposa y demás familia es buena para lo que VM nos
quisiere mandar.
Tío, la verdad de lo que pasa es esto, pues no soy hombre que en mi
vida he tratado de embuste ni nadie se ha quejado de mí
pues hallo a novedad semejantes razones como VM me
envía a decir en la carta. La dos cartas que envié las escribió
el novio, y atribuyó a que no puso las razones que yo le dije,
pues la carta que VM me envía lo da a entender. Quiero
darle a VM noticia de lo que pasa. Yo me recogía de noche con
mi mujer y mis hijos con la seguridad de que ella dormía
en un cuarto alto, no entendiendo que ella usara
semejante picardía, pues se atrevía a meter a este hombre
en casa por los corrales sin darlo a entender a nadie hasta
que el aprendiz lo cogió una noche saltando la tapia,
por presto que acudí ya se había ido. Le pregunté a qué fin
venía aquel hombre a casa y respondió que todas las noches había
dormido con ella. Considere VM si en su casa hubiera
sucedido el caso que hiciera, pues no hubo otra cosa en el lugar sino
que tenía la barriga hasta la boca, pues me hallé yo y toda
mi casa afrentados por su causa, y estuve por irme del
lugar. Viendo que no tenía remedio y la nota que había
en el lugar, me pareció que el mejor medio era
cumplir con Dios y con el mundo. Lo metí en la cárcel para
casarlo con ella, prendilo, se sacaron los recados, que me costaron
muchos pasos pues me levantaba a las doce de la noche para
ir a Sevilla a buscar los testigos, porque él es de las montañas.
Me costó mucho trabajo y dineros el hallarlos. Después de
hecha esta información escaló la cárcel y se fue. Des

despachamos requisitorias, no fue menester seguirlas
porque a los dos días se vino a las manos, se metió en la
cárcel y se aprisionó. Y el alcalde esta villa le quiso dar
doscientos azotes y echarlo a galeras, y por muchos empeños
se consiguió el que saliera libre y con un año de destierro.
Esto se alcansa con dinero y todo a salido de mi faltriquera,
demas de los disgustos q en mi casa se an pasado por su cavsa.
Y, despues de averlos casado, estaua Maria clamando
por irse a su tierra, y le dixo a su marido como tenia
alla vna poca de hasienda. El me dixo q quanto antes
lo depachara porq queria irse con ella a su tierra.
Metiome en otra costa y lo hise por ver si el y ella acu
dian a sus obligaciones. Al ordinario le di vn doblon y
al novio, despues de llenarle la arforja, le di dos escudos,
save Dios si todavia los estoi deviendo. Los remiti
a anbos con el ordinario no creyera que tal vuiera eho,
porq el es ombre de bien, hijo de buenos padres. Es mon
tañes, cavallero como el rey, y su nombre es Francisco
de Quintanal, y sus padres Torivio Quintanal y Maria
Crespa. La fortuna a sido de ser de tan buena gente
Vmd parese q esta algo dudoso, ya enbio por estenso
lo que passo, pues bien podia Maria como tubo avilida
para lo q hiso, podia aver declarado el ruido q
me a dado el cobertor q le enbie a pedir a Vmd es de
mi señora, si tuviera medios para suplirlo no obligara
a que Vmd me lo enbiara. Si Vmd no puede mantener
a Maria pongala Vmd con amo, q no es la primera, o que
haga algunas legias pues q se fue su marido y ella lo quiso
asi. O, si no quiere, remitala Vmd a La Pesa. Ella poca
nesesida tenia de casarse, pues no le faltava nada. Ella
ella se lo quiso. Paselo. Ai le remito a Vmd la fe de
casado. Como nos cogio de iproviso, el ordinario no dio lugar
a que la llevaran hasia lla. No consienta Vmd q Maria
buelva aca, pues avnque me cueste mucho a de bolver alla
porq mis fuersas no alcansan a mas. Dios guarde a Vmd
felizes años. Alcala y enero 25 de 1699 años.
A mi tio y señor Agustin
Gomes sobrino de Vmd, Salva
dor Ruis
Tio, si Francisco de Quintanal no paresiere por alla
con el ordinario de Cordova, enbiara Vmd cartas a Cordova,
donde el estuvo trauajando en vna tienda de vn gerrero
tres años. Y el avia dicho q se avia de ir alla y no puede
estar en otra parte, si no es que se a ido a las montañas. El es
vn moso alto, delgado, pelinegro, de eda de dies y nueve
años y en la mano isquierda tiene el primer dedo que
brado. [6]