GR1699D9092

Hallazgo de un cadáver en avanzado estado de descomposición en una cueva del Sacromonte

Fecha1699
LocalidadEspaña, Granada, Granada
ProyectoHISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833
FinanciaciónMINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021
ArchivoArchivo de la Real Chancillería de Granada
ID del manuscritoARCHGR 5206/2

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En la ciudad de Granada, en veinte y dos días del mes de octubre de mil y seiscientos y noventa y nueve años, su merced el señor licenciado don Francisco de la Casa Alvarado, alcalde mayor de la justicia de esta ciudad, siendo a hora de las cuatro de la tarde poco más o menos, dijo se le ha dado noticia por un hermano de la hermandad de la Caridad que, en una cueva que está en el camino del Sacromonte, más allá del horno de Campumano, se ha visto un cadáver difunto. Y que, habiendo ido a sacarlo para darle sepultura, no se han atrevido a sacarlo hasta tanto a darle cuenta a su merced para que diese la providencia que más convenga y su merced para comprobar la persona del dicho cadáver, quien lo llevó a dicho sitio y de que murió. Mandó hacer cabeza de proceso e información sumaria y las demás diligencias que convengan para la comprobación de esta causa, y su persona hizo las diligencias siguientes y lo firmó. Licenciado Alvarado Antonio Ortiz de Luque, escribano

En la ciudad de Granada, en el dicho día, mes y año dichos, siendo a dicha hora de las cuatro de la tarde poco más o menos, su merced dicho señor alcalde mayor, con asistencia del presente escribano y diferentes ministros, y de Pedro de la Vega y Juan de la Peñuela, cirujanos y vecinos de esta ciudad; fue al sitio del camino del Sacromonte, extramuros de esta ciudad, y habiendo pasado el horno que llaman de Campumano, a las primeras cruces, se hallaron diferentes personas, así hombres como mujeres

y muchachos, y entre ellos José Vidal, maestro de ensamblador, vecino de esta ciudad y mayordomo de la hermandad de la Caridad, que a el parecer estaban aguardando a su merced dicho señor alcalde mayor. Y habiendo llegado a un sitio que está entre la segunda y tercera cruz del dicho camino del Sacromonte, debajo de unas peñas que están a la mano izquierda como se va a dicho camino, se halló una cueva con la boca muy angosta, de forma que para haber de entrar por ella es necesario entrar el cuerpo tendido. Y por estar adentro oscuro se hizo traer unos hachos, con los cuales se reconoció que la dicha cueva tiene a la entrada de la mano derecha una concavidad larga y angosta en la cual, con la dicha luz y desde la boca de dicha cueva, se reconoció, cosa de dos varas dentro, un cuerpo al parecer difunto, que estaba tendido en el suelo la cabeza hacia fuera y los pies hacia dentro, y que a el parecer tenía por cabecera una cosa blanca; y que del dicho cuerpo salía muy mal olfato, de forma que las personas que estaban presentes hasta el dicho camino del Sacromonte, era necesario para tolerarlo oler tomillos y otros paños con vinagre. Y con efecto, habiéndose puesto un pañuelo con vinagre en las narices, Juan Ruiz, maestro de confitero y vecino de esta ciudad, entró tendido y a gatas por la dicha cueva y ató el dicho cadáver con un cordel por estar como dicho es el dicho sitio muy angosto, que no se podía entrar de otra forma. Y, habiendo tirado con dicho cordel del dicho cadáver y sacádolo del dicho sitio, se reconoció ser al parecer de mujer por estar descubierta de medio cuerpo abajo el cual dicho cuerpo estaba muy negro y podrido, y muy hediondo y reventado por el hombro izquierdo y algunos sitios del vientre, de donde salía mucha abundancia de gusanos. Y la cabeza y cara solamente en la calavera, sin que en la cara tuviese carne alguna, por lo cual no se pudo reconocer qué persona fuese el dicho cadáver por estar como dicho es en la calavera y en la cabeza algunos pelos. En algunos sitios el cual dicho cadáver estaba vestido el medio cuerpo arriba, con su camisa cerrada por el cuello, una almilla de bayeta verde desabrochada y a la parte de abajo tenía desatadas unas enaguas de bayeta musca y una pollera negra, al parecer de estameña. Y tenía puestas unas medias pajizas de lana y unos zapatos viejos y, por estar la dicha camisa cerrada por el cuello como dicho es, y que en la parte de los pechos estaba manchada al parecer de sangre o sanguaza que había salido del dicho cuerpo, el dicho Juan de la Peñuela, cirujano, cortó con unas tijeras el dicho cuello y descubrió el dicho cuerpo para reconocerlo. Y se halló que, debajo del sitio donde estaba dicha mancha, entre los pechos tenía el dicho cuerpo una abertura de donde salía gran copia de gusanos, por lo cual, y estar dicho cuerpo tan podrido y hediondo que causaba fastidio y que no se podía reconocer de qué persona fuese por no tener en la cara más de los huesos de la calavera, su merced dio orden al dicho mayordomo de la Caridad para que le diesen sepultura. Y, habiéndoselo llevado en un lecho de angarillas que tienen para dicho efecto, su merced dio orden se volviese a entrar en la dicha cueva para ver y reconocer si en ella había alguna forma de estera o pellejo u otra cosa que pudiese servir de cama en el sitio donde estaba dicho cadáver. Y, habiendo entrado, se halló unas enaguas blancas de lienzo basto manchadas de sangre o sanguaza, que a el parecer habían estado sirviendo de cabecera a el dicho cadáver, y asimismo un manto de anascote mediado desdoblado. Y no se halló otra ropa ni cosa que le pudiese servir de cama. Y dicho manto y enaguas blancas su merced por ahora las entregó a Antonio Monsalve, vecino de esta ciudad que vive en la cuesta del Chapiz, y le mandó lo tenga en su poder no lo entregue a persona alguna hasta tanto que por su merced se mande otra cosa. Y el susodicho lo recibió y lo prometió así. Y para que así conste su merced lo mandó poner por diligencia y lo rubricó, de todo lo cual yo, el escribano, doy fe. Y, aunque habiéndose sacado dicho cuerpo y visto por todas las personas que estaban presentes, así hombres, mujeres y muchachos, a quien su merced dijo lo mirasen y viesen si conocían quién era aquel cadáver, Declaración de los cirujanos y si faltaba alguna mujer en aquel barrio u otro alguno donde tuviesen noticia, no hubo persona entre las referidas que dijese conocía el dicho cuerpo difunto, ni presumían quién pudiera ser ni tenían noticia de que faltase mujer alguna. Y para que así conste su merced lo mandó poner por diligencia, de que doy fe. Ante , Antonio Ortiz de Luque, escribano. [1]

Diligencia y testimonio: Ana Garrido[2] En la ciudad de Granada, en veinte y tres de octubre de seiscientos y noventa y nueve años, su merced dicho señor alcalde mayor, prosiguiendo en las diligencias de la comprobación de esta causa con asistencia

del presente escribano y diferentes ministros, fue a la placeta de la iglesia colegial de Señor San Salvador de esta ciudad, donde estaba el cuerpo difunto de la mujer contenida en esta causa, donde se halló a diferentes personas que estaban mirando el dicho cuerpo, entre las cuales su merced hizo diferentes diligencias preguntando si alguno conocía a la dicha mujer. Y, habiendo noticia que una mujer que vive en la casa del Chapiz conocía a la dicha mujer difunta, su merced fue a la dicha casa del Chapiz, donde halló a una mujer que dijo llamarse Ana Garrido y serlo de Juan Solar, que vive en la dicha casa del Chapiz, natural de la villa de La Peza y vecina de esta ciudad, de la cual su merced recibió juramento a Dios y a una cruz en forma de derecho. Y lo hizo y prometió decir verdad y, preguntada, dijo que en la dicha villa de La Peza conoció la testigo a una mujer llamada María Ruiz, hija de José Ruiz y de María Muñoz, ya difunta, que a la dicha María Ruiz la llamaban por mal nombre María Morena la cual era falta de juicio y tiene un hermano llamado Salvador Ruiz, cerrajero, que es vecina de la ciudad de Sevilla; la cual dicha María Morena andaba por la dicha villa de La Peza, de donde era natural, perdida, como falta de juicio, sin que nadie la pudiese sujetar por su locura. Y, dos años antes que la testigo se viniese de la dicha villa de La Peza a esta ciudad, se la llevó a la dicha María Morena el dicho su hermano a la dicha ciudad de Sevilla. Y habrá cinco años que la testigo está en esta ciudad, y tiene noticia que la susodicha se casó en la dicha ciudad de Sevilla con un hombre cerrajero que no sabe su nombre, y que el susodicho se la trajo a esta ciudad por decirle tenía hacienda en La Peza la dicha María Moreno, y que venía a disponer de ella. Y cuando supo era incierto se la dejó en esta ciudad en casa de Agustín Gómez, su tío, cerrajero que vive en el Pilar del Toro. Y después supo la testigo que la dicha María Moreno parió, y que por ser falta no quería dar de mamar a la criatura, y dijo la llevasen a dicha villa de La Peza, que allí le daría de mamar. Y con efecto el dicho Agustín Gómez la envió a la dicha villa de La Peza donde, por no querer cuidar de la criatura, la echaron en la cuna de la ciudad de Guadix. Y la dicha María Moreno se volvió a esta ciudad a casa del dicho su tío la víspera del Corpus pasado de este año, donde ha estado asistiendo hasta el día sábado, víspera de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario; que hoy hace veinte y un días que, siendo a hora de las nueve del día, estando la testigo en la calle la vio subir la testigo a la dicha María Moreno por la cuesta del Chapiz, y venía con su manto de anascote, una pollera de estameña negra, una almilla de bayeta verde, y la testigo la llamó y estuvo hablando con ella, que no quería responder por ser falta como dicho tiene. Y después la susodicha tomó por el camino que va a el Sacromonte y, juzgando la testigo iba a tomar las habas a el Sacromonte, le dijo: María, abrevia el paso, porque era cerca de las diez. Y reparó la testigo que la susodicha llevaba debajo del brazo un bulto como de ropa blanca que se le iba cayendo. Y el día siguiente, domingo, llegó a casa de la testigo la mujer del dicho Agustín Gómez, que venía buscando a la dicha María Moreno, y le dijo cómo se había ido de su casa y que se había llevado unas enaguas blancas. Y la testigo le dijo cómo la había visto el día antes pasar por el camino hacia el monte, y la dicha mujer se volvió a su casa y le encargó a la testigo que hiciese diligencia de saber de la susodicha, y si tenía alguna noticia le avisase porque era una tonta y sería posible se metiese en alguna cueva y se dejase morir en ella. Y la testigo lo prometió hacer así y le encargó a sus hijos y a diferentes pobres que van a el monte que le avisasen si la veían. Y no ha tenido noticia, y ayer supo habían sacado de una cueva una mujer muerta y ahora la ha visto muerta en unas andas de la Caridad en la placeta de San Salvador de esta ciudad, que reconoce la testigo por la ropa que tiene puesta la dicha difunta que es la dicha María Moreno la que está muerta en las dichas andas porque, aunque por la cara por estar comida no puede reconocerla, por la dicha ropa reconoce y tiene por cierto que la dicha difunta es la dicha María Moreno. Y esto es lo que sabe y puede decir en razón de lo que se le pregunta, y presume que la muerte de la susodicha sería por ser falta de juicio y entrarse en dicha cueva y dejarse morir en ella. Todo lo cual dijo es la verdad so cargo de su juramento que tiene hecho, y que es de edad R de cuarenta y cinco años. Y no firmó porque dijo no saber, rubricó su merced, de que doy fe. Ante , Antonio Ortiz de Luque, escribano.

Testigo: Agustín Gómez[3] En la ciudad de Granada, en veinte y tres días del mes de octubre de mil seiscientos y noventa y tres, digo y noventa y nueve años, su merced dicho señor alcalde mayor, prosiguiendo en las diligencias de esta causa y para comprobación de ella, por ante el presente escribano recibió juramento por Dios y una cruz en forma de derecho de Agustín Gómez, maestro de cerrajero y vecino de esta ciudad, que vive junto a el Pilar del Toro, el cual, habiendo jurado, prometió decir verdad. Y, preguntado por esta causa y cita, dijo que lo que pasa es que doña Ana Ruiz Montañés, su legítima mujer, es natural de la villa de La Peza, donde tiene algunos parientes, y entre ellos vio el testigo

y conoció tenía una sobrina llamada María Ruiz, que por mal nombre y por ser morena de color le llamaban María Moreno, que era hija de José Ruiz, a quien el testigo conoció en dicha villa. No conoció a su madre, que ya es difunta. Y la dicha María Morena era moza soltera, falta de juicio, y como tal andaba por las calles y los campos yendo con los pastores y haciendo otras acciones y cosas de falta de juicio, de forma que dio ocasión a que los parientes en una ocasión, para sujetarla, la tuviesen sujeta con grillos. Y supo el testigo que un hermano que la dicha María Morena tiene, que es maestro de cerrajero, vecino de la villa de Alcalá de Guadaira, vino a la dicha villa de La Peza, de donde se llevó consigo a la dicha María Moreno, su hermana. Y habrá cosa de diez meses, con poca diferencia, que la dicha María Moreno vino a esta ciudad a casa del testigo con un hombre llamado Francisco Quintal, el cual trajo carta de Salvador Ruiz, que es el hermano de la susodicha, para el testigo, por la cual le daban cuenta cómo la dicha María Moreno se había casado con el dicho Francisco Quintal, de que asimismo traían fe de desposorio y que venían a esta ciudad para desde ella pasar a la dicha villa de La Peza, a disponer de una poca hacienda que le habían dicho a el dicho Francisco Quintal tenía la dicha María Moreno en la dicha villa de La Peza. Y el testigo, viendo que era incierto tener tal hacienda la susodicha porque le constaba muy bien era pobre de solemnidad, y discurrió sería cosa que le habrían propuesto a el dicho Francisco Quintal para que se casase con la dicha María Moreno, y que según lo referido lo habían engañado, el testigo lo desengañó. Y así, por lo que le informó el testigo y otras personas de la dicha villa, vino en conocimiento de que la dicha María Moreno era pobre de solemnidad, con lo cual, a los quince días de haber llegado a esta ciudad, el susodicho se ausentó de ella dejándose en casa del testigo a la dicha María Moreno preñada. Y el testigo, por ser como dicho es sobrina de la dicha su mujer, la recogió y tuvo en su casa por amor de Dios, donde parió la susodicha una niña que se bautizó en la parroquia de San Gil de esta ciudad, y se le puso por nombre Ana. Y fue el testigo su compadre y, respecto a que la dicha María Moreno, por su falta de juicio, solía dar en algunas manías, que una de ellas era no querer hablar aunque le preguntasen, y hubo ocasión en que en tiempo de tres meses no habló tres palabras aunque venían vecinas y algunas personas eclesiásticas a casa del testigo y le procuraban hablar, y asimismo habiendo parido dio en la manía de aborrecer su criatura sin permitir ni hablar ni darle de mamar hasta que la susodicha dijo que la llevasen a La Peza, que allí le daría de mamar a la niña, con lo cual el testigo la avió a dicha villa con un vecino de ella, que no se acuerda de su nombre, llevando consigo la dicha niña. Y a poco más de quince días se volvió la dicha María Moreno sin la niña a casa del testigo y, preguntándole dónde dejaba la criatura, dijo la dejaba en poder de el beneficiado de dicha villa, que era su pariente y no sabe su nombre, solo que se llama don José, quien le escribió después a el testigo cómo la habían echado en la cuna de la ciudad de Guadix. Y el testigo tuvo en su casa, en su compañía y de la dicha su mujer, a la dicha María Moreno, recogida solamente por Dios, porque no era de provecho para cosa alguna por su poco juicio y manía, en que daba en no hablar ni desnudarse si no es arrinconada en un rincón ; hasta que el día sábado, víspera de la fiesta que se celebró a Nuestra Señora del Rosario este año, que hace hoy veinte y un días, la dicha María Moreno tomó el manto diciendo se iba a misa a el hospitalico del Corpus Christi como otras veces lo hacía. Y salió de su casa vestida con su manto de anascote, una pollera negra de estameña, unas enaguas de bayeta musca que traía de ordinario y una almilla de bayeta verde. Y después le dijo a el testigo la dicha su mujer como se había llevado la susodicha debajo del brazo unas enaguas blancas que tenía suyas. Y, viendo se pasó aquel día y no había vuelto a la casa, el día siguiente partieron el testigo y la dicha su mujer cada uno por su parte a buscarla, así en el convento de San Juan de Dios y otros hospitales. Y, con noticia que tuvo la mujer del testigo de que a la susodicha la habían visto en casa de Juan Solas, que es de La Peza y vive en la cuesta del Chapiz, fue a buscarla a dicha casa, donde le dieron noticia la mujer de el susodicho cómo el dicho día sábado la había visto y hablado, y que había echado por el camino del Sacromonte. Y, respecto de ser camino que va a la dicha villa de La Peza, y que aunque la buscó hasta la iglesia de dicho Sacromonte no la halló, se presumió el que se había ido a dicha villa, se volvió a su casa dejando encargado a la mujer del dicho Juan Solaz que si tuviese noticia de ella se avisase. Y hasta ahora no han tenido más razón de la dicha María Moreno ni saben dónde ha ido. Y esto es lo que sabe y pasó so cargo del juramento que tiene hecho, y que es de edad de cincuenta años. Y lo firmó y rubricó su merced, de que doy fe. Testado: lo cual Agustín Gómez[4] Ante , Antonio Ortiz de Luque, escribano.

Tío y señor mío:[5] recibí carta de VM y con ella mucho gusto, alegrándome goza VM de salud. La mía y la de mi esposa y demás familia es buena para lo que VM nos quisiere mandar. Tío, la verdad de lo que pasa es esto, pues no soy hombre que en mi vida he tratado de embuste ni nadie se ha quejado de pues hallo a novedad semejantes razones como VM me envía a decir en la carta. La dos cartas que envié las escribió el novio, y atribuyó a que no puso las razones que yo le dije, pues la carta que VM me envía lo da a entender. Quiero darle a VM noticia de lo que pasa. Yo me recogía de noche con mi mujer y mis hijos con la seguridad de que ella dormía en un cuarto alto, no entendiendo que ella usara semejante picardía, pues se atrevía a meter a este hombre en casa por los corrales sin darlo a entender a nadie hasta que el aprendiz lo cogió una noche saltando la tapia, por presto que acudí ya se había ido. Le pregunté a qué fin venía aquel hombre a casa y respondió que todas las noches había dormido con ella. Considere VM si en su casa hubiera sucedido el caso que hiciera, pues no hubo otra cosa en el lugar sino que tenía la barriga hasta la boca, pues me hallé yo y toda mi casa afrentados por su causa, y estuve por irme del lugar. Viendo que no tenía remedio y la nota que había en el lugar, me pareció que el mejor medio era cumplir con Dios y con el mundo. Lo metí en la cárcel para casarlo con ella, prendilo, se sacaron los recados, que me costaron muchos pasos pues me levantaba a las doce de la noche para ir a Sevilla a buscar los testigos, porque él es de las montañas. Me costó mucho trabajo y dineros el hallarlos. Después de hecha esta información escaló la cárcel y se fue. Des

despachamos requisitorias, no fue menester seguirlas porque a los dos días se vino a las manos, se metió en la cárcel y se aprisionó. Y el alcalde esta villa le quiso dar doscientos azotes y echarlo a galeras, y por muchos empeños se consiguió el que saliera libre y con un año de destierro. Esto se alcansa con dinero y todo a salido de mi faltriquera, demas de los disgustos q en mi casa se an pasado por su cavsa. Y, despues de averlos casado, estaua Maria clamando por irse a su tierra, y le dixo a su marido como tenia alla vna poca de hasienda. El me dixo q quanto antes lo depachara porq queria irse con ella a su tierra. Metiome en otra costa y lo hise por ver si el y ella acudian a sus obligaciones. Al ordinario le di vn doblon y al novio, despues de llenarle la arforja, le di dos escudos, save Dios si todavia los estoi deviendo. Los remiti a anbos con el ordinario no creyera que tal vuiera eho, porq el es ombre de bien, hijo de buenos padres. Es montañes, cavallero como el rey, y su nombre es Francisco de Quintanal, y sus padres Torivio Quintanal y Maria Crespa. La fortuna a sido de ser de tan buena gente Vmd parese q esta algo dudoso, ya enbio por estenso lo que passo, pues bien podia Maria como tubo avilida para lo q hiso, podia aver declarado el ruido q me a dado el cobertor q le enbie a pedir a Vmd es de mi señora, si tuviera medios para suplirlo no obligara a que Vmd me lo enbiara. Si Vmd no puede mantener a Maria pongala Vmd con amo, q no es la primera, o que haga algunas legias pues q se fue su marido y ella lo quiso asi. O, si no quiere, remitala Vmd a La Pesa. Ella poca nesesida tenia de casarse, pues no le faltava nada. Ella ella se lo quiso. Paselo. Ai le remito a Vmd la fe de casado. Como nos cogio de iproviso, el ordinario no dio lugar a que la llevaran hasia lla. No consienta Vmd q Maria buelva aca, pues avnque me cueste mucho a de bolver alla porq mis fuersas no alcansan a mas. Dios guarde a Vmd felizes años. Alcala y enero 25 de 1699 años.

A mi tio y señor Agustin Gomes sobrino de Vmd, Salvador Ruis

Tio, si Francisco de Quintanal no paresiere por alla con el ordinario de Cordova, enbiara Vmd cartas a Cordova, donde el estuvo trauajando en vna tienda de vn gerrero tres años. Y el avia dicho q se avia de ir alla y no puede estar en otra parte, si no es que se a ido a las montañas. El es vn moso alto, delgado, pelinegro, de eda de dies y nueve años y en la mano isquierda tiene el primer dedo quebrado. [6]


Legenda:

Expansión • ConjeturaTachado • AdiciónRestitución • Sic


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