GR1681C9085

Averiguación sobre las causas de la muerte de María de Peña, encontrada en un pozo

Fecha1681
LocalidadEspaña, Granada, Loja
ProyectoHISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833
FinanciaciónMINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021
ArchivoArchivo de la Real Chancillería de Granada
ID del manuscritoARCHGR 5233/35

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Digo yo, Francisco Germán de Almirón, vecino de este lugar de Algarinejo y maestro de barbero examinado, en el que hoy, que somos diez y ocho de el mes de febrero, fui llamado por los señores alcaldes Francisco Martín Grande y Alonso Bermudez, y por orden de el señor alcalde mayor de la ciudad de Loja, que así me hicieron notorio los dichos alcaldes, a casa de Juan Martín Cañada para que viese en ella a María de la Peña, difunta, y que declarase de qué enfermedad había muerto. Yo así lo hice luego, y la hallé en casa de el dicho Juan Martín amortajada en una mortaja blanca, la cual hice desnudar y desnudé. Y, mirándola todas las partes de su cuerpo con mucha atención, hallé que todo él desde los omóplatos por la parte de la espalda y desde el hoyo de la garganta por la parte de el pecho estaba toda ilesa, sin indicio ni señal de golpe ni detrimento alguno, solo el vientre tenía algo crecido pero me pareció ser cosa natural en ella, porque según la sospecha que se tiene si entró o fue arrojada a el agua viva o difunta me parece que el vientre no contiene en agua ninguna. Además, en la garganta le hallé una señal algo morada en forma de medio círculo por la parte de adelante. Y por la parte de atrás, por encima de los omóplatos, le hallé algunos pequeños cardenales y una dislocación en el cerebro o nuca, que meneándola la cabeza a todas partes se movía con facilidad, como cosa sin gobierno. La cara tenía algo hinchada aunque sin lesión. En la boca no le vi ningunos espumajo, ni los asistentes tal me dijeron había echado en las narices. También me informaron haber destilado ningunos mocos: yo le hallé en la nariz derecha uno que se le asomaba a el principio de la ventana, algo espumoso y condensado. Las manos le hallé cerradas y, abriéndoselas y mirándolas, no le hallé desolladura ni llaga ni lesión alguna, ni gastadas las unas de los dedos ni otro indicante de haber zozobrado en el agua. Por la boca echó unas gotas, como una media bocada, de de sangre algo clara, como una mezcla junta de agua y sangre. Estas señales vi y examiné con mucha advertencia y cuidado, y mi parecer, salvo otro mejor, es que no falleció en el agua sino que antes estaba ya difunta. Esto es lo que siento, remitiéndome en todo a mejor juicio. Y por ser la verdad hice esta declaración en dicho día, año de mil seiscientos y ochenta y uno, y lo firmé. Francisco Germán de Almirón En la ciudad de Loja, en el dicho día diez y nueve de febrero de mil y seiscientos y ochenta y un años, su merced dicho señor alcalde mayor, en cumplimiento de su auto, hizo parecer ante a los dichos doctor don Vicente Navarro, médico, y Manuel de Liceras y Cárdenas, cirujano, vecinos de ella, de quienes recibió juramento en forma de derecho. Y lo hicieron y prometieron decir la verdad. Y preguntados, habiéndoseles leído y mostrado la declaración en forma de ella que está en estos autos escrita y firmada del dicho Francisco Germán de Almirón de Almirón, sangrador del dicho lugar del Algarinejo, dijeron que es verdad que, según la dicha declaración del dicho Francisco Germán, que la dicha María de la Peña, difunta, no murió ahogada en agua, porque se hubieran reconocido las señales que en tales ahogados suelen y necesariamente deben tener de estar el estómago y vientre lleno de agua, el rostro hinchado, las puntas de los dedos de las manos gastadas y otros que tuvieran facilidad de conocerse; que lo que se puede colejir de dicha declaración es que murió violentamente de la dislocación del hueso basilar y vértebras del espinazo, y que esta muerte fue tan acelerada que solo pudo durar el tiempo de dislocarse para morir. Y la causa de esto es en común en todos los que mueren de este achaque, por ser la dicha parte dislocada la vicaria del cerebro y origen de todos los nervios, de lo que colijen los declarantes que, aunque hubiera caído en agua no puede haber señales de ahogada porque murió al instante que se dislocó, y que las señales de cardenal que dice dicha declaración que tiene en las partes anterior y posterior de la garganta indican muerte violenta, porque de ordinario, de golpes y caídas, aunque sea en agua, suele haber semejantes señales por el concurso grande de espíritus y sangre que acuden a socorrer la parte lastimada. Y que esto su parecer y la verdad so cargo de su juramento. Y lo firmaron, y que son de edad el dicho doctor don Vicente Navarro de cuarenta y seis años y el dicho Manuel de Liceras de cincuenta años, y lo firmó su merced. Entre renglones: tener. licenciado Aranaz Doctor Vicente Navarro de Pueblas Manuel de Liceras Fernando de Linares Portillo, escribano.

Legenda:

Expansión • ConjeturaTachado • AdiciónRestitución • Sic


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