MA1759D9053

Probanza. El fiscal contra Antonio de Medina Mondragón y José de Medina sobre las heridas a Francisco Perales y amenazas a Juan Miguel Díaz, alcalde mayor de Málaga

Fecha1759
LocalidadEspaña, Málaga, Málaga
ProyectoHISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833
FinanciaciónMINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021
ArchivoArchivo de la Real Chancillería de Granada
ID del manuscritoARCHGR 10514/6

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Y añade que hace fija memoria que, a el tiempo que Juan Perales hirió a Juan de Medina (como el testigo tiene expresado en dicha declaración) le dijo el deponente: Señor Perales, si estuviera en Málaga el tío Medina no le hubiera VM pegado a su hijo. A lo que respondió el dicho Perales: Si eso fuera así le había de dar con una caña cascada a su padre y a todos ellos. Con lo cual se afirma el testigo en que toda la familia de los Perales son muy provocativos y siempre han solicitado quimeras con los Medinas, y que esta es la verdad, como que no le tocan las generales de la ley que le fueron explicadas, todo en cargo de su juramento. Se le encargó el secreto, lo ofreció y que es de edad de cuarenta años. No firmó porque dijo no sabía escribir, de todo lo cual doy fe. Ante Manuel Estratón García Si saben que Francisco Juan y Antonio Perales, después de haber herido a Juan de Medina, hijo del don José en el año pasado de setecientos cincuenta y tres, por marzo, expresaron que la causa que les había sido fulminada al Francisco Perales les había costado veinte pesos; y que por dicha cantidad lo hubieran compuesto aunque le hubieran cortado el pescuezo; y que tenían cien pesos para cortárselo a otros de sus hermanos, y que con eso le temerían; y que si en la ocasión de hacerlo llegara el el don José le matarían a palos. Y esta provocación la tuvo el Francisco Perales en la puerta de la casa del don José. Sábenlo los testigos por haberlo visto ser y pasar así y por las demás razones. Digan, etcétera. Si saben que, después de haber herido a el Juan de Medina, estaba el Francisco Perales tanto de noche como de día frente las puertas del don José, provocando con acciones y palabras. Y después que fue preso y que se mandó soltar concurría frente de dichas casas con más frecuencia, todo a fin de solicitar quimera con el don José y sus hijos, de forma que fue menester que Francisco García, cuñado del Francisco Perales, le aconsejase no se metiese con nadie, y respondía que por entonces no trae cuchillo, siendo así que ha sido acostumbrado a traerlo él y sus hermanos, y usan de diferentes armas. Sábenlo los testigos por las razones que declaren. Digan, etcétera. Si saben que dicha provocación se convence de que, en la tarde del día veinte y seis de diciembre del año pasado de cincuenta y tres, segundo día de Pascua, se mantuvieron el Francisco y Antonio Perales en la embocada de la calle de Santo Domingo desde las tres de la tarde hasta que cerró la noche, y en todo aquel tiempo estuvieron tan penosos que tuvieron diferentes palabras de disgusto con varias personas. Sábenlo los testigos por las razones que declaren. Digan, etcétera. Si saben que, hallándose los dichos Francisco y Antonio Perales en la embocada de la calle de Santo Domingo mucho después de las oraciones, vieron venir de hacia la Puerta del Mar a el mencionado don Antonio de Medina, que iba solo y que llegó a la embocada de dicha calle en donde estaban parados dichos Perales, cada uno en su lado. Y el Francisco dio un empujón a el don Antonio, quien se retiró para que pasase aquel, y dijo si era él, a lo que respondió el don Antonio que estaba buena la provocación después de haberlo empujado. Sábenlo los testigos por las razones que declaren. Digan, etcétera. 8 Si saben que el dicho Francisco Perales ultrajó a el don Antonio diciéndole: Alma de porquería, si yo soy ahora lo verás. Y sacando un cuchillo se arrojó sobre el don Antonio tirándole con él. Y en este tiempo que pasaron dichas palabras llegó el don José de Medina, su padre, corriendo por venir de hacia la Puerta del Mar. Y se presumen oiría dichas palabras y se metió por medio de los dos, apartándolos; a tiempo que el Antonio Perales decía a su hermano Francisco matase a el don Antonio. Sábenlo los testigos por haberlo visto, oído y entendido, haberse hallado presentes, ser y pasar así, y por las demás razones que declaren. Digan, etcétera. 9 Si saben que igualmente sucedió en el referido lance que el expresado don Antonio de Medina se hallaba sujeto de Antonio Perales, y se asió del brazo derecho del Francisco, donde tenía el cuchillo. Y como el don José no los podía apartar, y fueron bregando los cuatro hacia la calle de Zapateros, y antes de llegar a ella de pronto se apartaron, y se retiró el Francisco Perales hacia un montón de gente que se había parado, diciendo a voces fuesen testigos de cómo el don Antonio le había dado una puñalada. Y en este tiempo el don José acudió a quitar a el Antonio Perales la capa de su hijo, que se la llevaba. Y con efecto se la quitó de las manos, y se fue con dicho su hijo por la calle de San Juan a su casa. Sábenlo los testigos por las razones que declaren. Digan, etcétera. A la séptima pregunta, dijo que por el motivo de haber pasado, como ya deja dicho anteriormente, después de las oraciones del ya citado día segundo de Pascua, por la embocada de la calle de Santo Domingo, donde estaban Francisco y Antonio Perales, vio el testigo venir y llegar a dicho sitio a Antonio Medina, y que iba solo. Y que llegándose a emparejar con los dichos Perales, que estaban cada uno en su lado de la dicha calle, dio el Francisco (a quien el testigo conoció muy bien) a el Antonio de Medina un empujón, diciéndole algunas palabras que el testigo no oyó, y solo que respondió el Antonio Medina: Buena está la provocación después de haberme empujado, y responde. A la octava pregunta dijo que, en la misma ocasión que ya deja dicho en la anterior de haber dado el empujón el Francisco Perales a el Antonio Medina, se quedó parado el testigo y oyó decir al dicho Perales una palabra muy sucia; y prosiguió: Si yo soy ahora lo verás. Y se arrojó sobre el Antonio dándole con un arma que el testigo no distinguió. Y a este tiempo llegó don José de Medina corriendo, que parece venía detrás de su hijo Antonio y sin duda oiría dichas palabras. Y se metió de por medio separándolos, y entonces dijo el Antonio Perales: Francisco, mátalo. Cuyo lance lo presenció el testigo como ya deja dicho, bien que no quiso meterse en la dicha quimera, y responde. 9 A la novena pregunta, dijo que por haber presenciado el lance ya referido en las antecedentes, vio la brega que traían así los Perales como los Medinas, pero no pudo distinguir el testigo los pasajes que refiere la pregunta y solo oyó una voz que dijo: Sean VMs testigos que Antonio me ha dado una puñalada. Y, habiéndose juntado mucha gente, el testigo se retiró a breve rato, y responde. 4 A la cuarta pregunta, dijo que a causa de que la testigo ha vivido muchos años hace en la calle de Santo Domingo, inmediato a la esquina de esta que sale junto a el mesón de la Costilla, hace fija memoria que uno de los días de Pascua de Navidad del año pasado de setecientos y cincuenta y tres, estando la testigo en la dicha su casa vendiendo vino, que es su trato, le dijo Antonia, digo Francisca de Alcazar, su hija: madre, ¿qué harán ahí los penosos Perales toda la tarde arrimados en ese banco? A lo que la testigo no respondió cosa alguna, y solo creyó que estarían usando de sus penosidades como siempre acostumbran, y responde. A la octava pregunta, dijo que con el motivo de vivir la testigo, como ya deja expuesto, en la embocada de la calle de Santo Domingo viniendo de la Puerta del Mar de esta ciudad, a el anochecer del ya expresado día segundo de Pascua del dicho año de cincuenta y tres, en cuya tarde le había dicho a la testigo su hija que los Perales estaban parados en sus puertas, oyó decir en altas voces: A ese, a ese. Y entonces salió la testigo y vio a Francisco y Antonio Perales como asustados y con quimera, buscando alguna cosa en el suelo. Y les dijo la testigo: ¿Qué buscas Antonio?. A lo que este respondió: el cuchillo. Y entonces como medio huyendo se retiraron, y responde. A la segunda pregunta, dijo que con el motivo de ser el testigo tal maestro de herrador, y que el banco de su trabajo lo tiene puesto en la calle que ya deja citada, inmediata mucho a la de las Camas, hace fija memoria que, estando el testigo un día del mes de marzo del año de setecientos cincuenta y tres en el dicho su trabajo, llegó a él Francisco Perales a herrar un caballo suyo (pues trafica en el alquiler de ellos), a cuyo tiempo pasó una mujer y le dijo: Señor Perales, sea enhorabuena. A lo que respondió: señora, veinte pesos me ha costado pero tengo ciento para cortarle el pescuezo a otros. Y se persuade el testigo que esto lo decía el Perales hablando por el lance que le había sucedido, por la herida que había dado a Juan de Medina, pues era la causa por que en aquel inmediato tiempo había estado preso públicamente, y responde. A la octava pregunta, dijo que sobre el pasaje que en ella se menciona puede decir que, viniendo el testigo del barrio del Perchel de esta ciudad, como una hora después de las oraciones del ya citado día segundo de Pascua de Navidad del año de cincuenta y tres (según hace fija memoria), y pasando por la puente de Santo Domingo, encontró en ella a Francisco Perales, a quien el testigo conoció y le dijo: ¿Adónde va VM, señor Perales?. Quien respondió: Ahora me ha herido Antonio Medina y voy a retraerme. A lo que el testigo le dijo: Buena está la historia después de haberle pegado a VM. Y entonces el testigo encaminó a dicho Perales y lo acompañó hasta el hospital de San Juan de Dios, donde lo dejó, y responde. A la segunda pregunta, dijo que con el motivo de haber sido el testigo vecino de esta ciudad toda su vida, y por esta causa haber tratado muchas veces a Juan Francisco y Antonio Perales, y por tener estos el comercio y trato de alquilar caballos, hace el que declara fija memoria que un día, por el mes de marzo del año pasado de setecientos y cincuenta y tres, estando parado en la tienda de un maestro de de talabartero que hay enfrente del mesón de la Costilla aguardando a que le compusiesen los avíos de un caballo, llegó a dicha tienda el Francisco Perales, y después de estar en ella parado un ratillo llegaron otros distintos sujetos del mismo trato del Perales, a quien el testigo oyó decir en voces altas: Veinte pesos me ha costado la causa de Medina, pero tengo otros muchísimos para cortarle el pescuezo a cualquiera de ellos. Y si entonces llegara el padre, lo había de matar a palos. Cuya conversación ha oído el testigo públicamente que el dicho Perales la ha tenido con distintas personas, y responde. A la tercera pregunta, dijo que, con el mismo motivo de conocimiento que deja expuesto tener con los dichos Perales, sabe por haberlo oído a distintas personas que después que Francisco Perales salió de la cárcel en donde estuvo por la herida que dio a Juan de Medina y ya deja mencionada, que se ponía enfrente de las puertas de don José de Medina, y así a este como a sus hijos los provocaba con palabras descompuestas, tanto que un día sabe el testigo que Francisco García, cuñado del Perales, le aconsejó que no prosiguiese en tal provocación, a lo que el Perales le respondió: Ya no traigo cuchillo, con que no hay que tener cuidado. Siendo así que es público y notorio en esta ciudad que siempre han usado de armas prohibidas los dichos Perales, y que por ello se les han seguido muchas causas, y responde. A la octava pregunta, dijo que después de haber pasado el lance que se refiere en la antecedente y conversación oída en casa de Joaquín Sáez, salió el testigo para su casa, en donde lo estaba esperando un religioso de Nuestro Padre Santo Domingo que se dice el lector Arriaga. Y siendo como una hora después de las oraciones, a diferencia corta, salió el testigo con dicho religioso para llevarlo a su convento. Y para ello les fue preciso pasar por inmediato a la puerta del mesón de la Costilla, y en una casa de su inmediación entró dicho religioso. Y antes le dijo al testigo: espéreme VM ahí, señor Asencio, que ya salgo. A cuyo tiempo oyó el testigo unas voces como de quimera en la embocada de la calle de Santo Domingo, que está menos de un tiro de pistola del sitio donde el testigo estaba, por lo que se arrimó este a dichas voces y no mucho, pero bastante para conocer a Francisco y Antonio Perales, y a don José de Medina y su hijo Antonio, y que entre todos cuatro estaba trabada la cuestión. Y el testigo vio muy bien, por estar la noche muy clara, que el Francisco Perales tenía en la mano derecha un cuchillo, y que este no era muy corto, lo que reconocido por el testigo, y sabiendo lo delicado que son las quimeras con armas prohibidas, volvió la espalda el testigo a dicha quimera y se encaminó a buscar a el ya citado religioso, el que ya salía. Y, incorporados los dos, que vieron el alboroto echaron juntos la calle de San Juan arriba y no quisieron pasar por el sitio de la quimera, que era el derecho para dicho convento. Y el religioso le preguntó al testigo: ¿Qué historia es esa? A lo que le respondió: Amigo, esto es borrachera. Que es el lance que el testigo vio, y lo que puede con verdad exponer, y responde.

Legenda:

Expansión • ConjeturaTachado • AdiciónRestitución • Sic


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