MA1683D9086
Malos tratos infligidos a un niño de once años durante la averiguación de un embarque ilegal de pasa
Fecha | 1683 |
Localidad | España, Málaga, Torrox |
Proyecto | HISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833 |
Financiación | MINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021 |
Archivo | Archivo de la Real Chancillería de Granada |
ID del manuscrito | ARCHGR 10255/5 |
View options
Text: - Show: - Tags:
Javascript seems to be turned off, or there was a communication error. Turn on Javascript for more display options.
2
testigo En la villa de Torrox, en el dicho día dos
de noviembre del dicho año, el dicho Gaspar
de Claramonte, para esta información,
presentó por testigo a un hombre que se dijo
llamar Francisco Riveros y ser vecino de esta villa,
del cual recibí juramento a Dios y a una cruz
en forma de derecho. Lo hizo y prometió
decir verdad y, siendo preguntado al
tenor de la real provisión de mi comisión,
dijo que lo que puede decir es haber visto en
esta villa a don Francisco de Vivar, regidor de la
ciudad de Vélez, y a don José Laso de la
Vega, alguacil mayor de ella, y a Luis de Ortega,
escribano público de la dicha ciudad, andar haciendo diligencias
buscando y examinando testigos para
comprobar una causa sobre haber embarcado
una poca de pasa con comisión del corregidor
de dicha ciudad, según se dijo. Y los testigos los
examinaron algunos de ellos en las casas
del cabildo de esta villa, que están contiguas
a la de este testigo y las puertas una enfrente
de otra, por donde los veía entrar desde su
ventana y oyó que les hacían muchas
amenazas a los testigos para que dijesen lo que
pretendían probar. Y al que no lo decía lo
llevaban a la cárcel, y en particular,
habiendo traído a dichas casas de cabildo a Miguel
de Claramonte, de edad de once años,
hijo del dicho Gaspar de Claramonte, para
examinarlo respecto de que habían
hecho muchas diligencias buscando al dicho
muchacho y su padre, y encargádolo a los
alcaldes para que los trajese; así que el testigo
vio entrar a el dicho Miguel, muchacho, por
estar algo achacoso en la ocasión, les dijo a doña
Sebastiana de la Cuadra, su mujer, y a María
de Mena, prima del testigo, que viven juntos,
se pusiesen a escuchar por los tabiques
que caen a las dichas casas de cabildo lo
que pasaba con el dicho muchacho. Y se
pusieron, y oyeron el que lo amenazaron que si
no decía lo que le preguntaban le habían de dar
tormento y le habían de llevar preso a la cárcel
de la ciudad de Vélez. Y el dicho muchacho había empezado
a llorar diciendo: Déjenme ustedes, que yo
no sé más de lo que he dicho
; y le habían dicho Ven
acá, mete aquí que eres un pícaro y niegas
la verdad
. Y el muchacho repetía la había
dicho y no sabía otra cosa, y que lo que decía era la
verdad como Dios está en los cielos. Y en esta
conformidad se lo contaron al testigo la dicha
su mujer y prima, y con esta noticia el
testigo tuvo cuidado de cuando salía el dicho
muchacho de las dichas casas de cabildo,
y lo vio sacar de ellas preso, y que iba
llorando. Y luego oyó decir el testigo a diferentes
personas, de cuyos nombres no se acuerda, que
la causa de ir llorando el dicho muchacho
a la cárcel había sido porque le habían dado
tormento en una muñeca en las dichas
casas de cabildo, de que se le había desollado
y hinchado, y que a todos los que llegaban a
verlo a la cárcel los enseñaba la dicha
muñeca. Y después, a otro día de como pasó
lo referido, yendo este testigo al molino,
encontró en el camino a un muchacho
forastero que asiste en las barcas de los
genoveses que están presos en la ciudad
de Vélez, y, porque era notorio que los dichos
ministros, continuando en sus malos
procedimientos, le habían dado tormento al tal
muchacho para que dijese lo que ellos querían,
el testigo le preguntó si era cierto, y él respondió
que sí, y que los dichos ministros le habían
cogido en la playa y le habían amenazado
para que dijese lo que le preguntaban. Y,
porque no lo decía si no es lo que había visto,
le habían dado tormento en un dedo
de una mano con la llave de una
escopeta. Y que no sabe otra cosa, y que esto
que ha dicho es la verdad so cargo de su
juramento. Leyósele este dicho, ratificose en él,
encargósele el secreto, lo prometió, y
que es de treinta y siete años. Y lo firmó,
de que doy fe.
Francisco Riveros ante mí
Alonso Pérez
Pelayo, receptor.
3
Testigo. En la villa de Torrox, en el dicho día dos
de noviembre del dicho año, para esta
información el dicho Gaspar de Cuadra
Claramonte presentó por testigo a doña
Sebastiana de la Cuadra, que así se nombró y ser
mujer de Francisco Riveros, testigo antecedente
y vecina de esta villa, de la cual recibí juramento a
Dios y a una cruz en forma de derecho.
Lo hizo y prometió decir verdad y, siendo
preguntada al tenor de la real provisión
de mi comisión, dijo que, habiendo venido
a esta villa don Francisco de Vivar, regidor de la ciudad de Vélez,
y don José Laso de la Vega, alguacil mayor
de ella, y Luis de Ortega, escribano público de la
dicha ciudad, les vio esta testigo hacer
diferentes diligencias y examinar testigos en las
casas del cabildo de esta villa, que están pared
en medio de la de esta testigo. Y, preguntando
a diferentes personas que a qué habían
venido, le respondieron que a la averiguación
de una poca de pasa que se decía habían
embarcado en la playa de esta villa. Y desde su
ventana de esta testigo veía entrar y salir a las
personas que llamaban para que
jurasen, a las cuales los dichos ministros les hacían
muchas amenazas de que los habían de
llevar presos a la cárcel de la ciudad de Vélez y
los habían de poner en un potro si no decían
la verdad. Y ellos replicaban que ya la habían
dicho, que no tenían otra cosa que decir.
Y asimismo oyó que les encargaron
diferentes veces a los alcaldes de esta villa trajesen
a el dicho Gaspar de Claramonte y a su hijo
Miguel de Claramonte para
examinarlos. Y, habiendo traído al dicho Miguel,
por haber visto el ansia que tenían por
él le dijo a esta testigo el dicho su marido y a María
de Mena, su prima, se pusiesen a escuchar
por los tabiques que caen a las casas del
cabildo lo que hacían con el dicho muchacho, que
será como de hasta once años poco más o menos.
Y con efecto se pusieron a escuchar y oyó cómo los
dichos ministros le decían: Cornudo, di la
verdad porque si no te hemos de llevar preso
a Vélez a ti y a tu padre, que tú sabes quien ha
embarcado la pasa, porque si no lo dices te
hemos de dar tormento. Mete aquí
. Y el dicho
muchacho comenzó a llorar diciendo que le
dejasen por amor de Dios, que le
lastimaban mucho y que él no sabía más de lo que
había dicho, y que como Dios está en los cielos era
verdad lo que había dicho, a que le repetían
muchas veces: Cornudo, ¿quien te ha dado esquela
para negar la verdad?
, y respondía el
no saber otra cosa. Y en esta forma se lo
dijo la testigo al dicho su marido, y después
vio sacaron al dicho muchacho los dichos
ministros de las dichas casas del cabildo,
que lo llevaban asido a la cárcel, que iba
llorando y dando traspiés como que iba
desmayado. Y dentro de breve rato oyó
decir la testigo a diferentes personas,
que no se acuerda de sus nombres, que
al dicho muchacho le habían puesto en
la cárcel preso y que le habían dado
tormento en una muñeca, y que
la tenía desollada y hinchada, porque a
esta novedad habían ido muchas personas
a verlo a la dicha cárcel, de que infiere
este testigo y tiene por cierto que cuando
lo oyó llorar en las dichas casas de cabildo y
decirle: Mete aquí, que hasta que te pongamos en un potro no
hemos de parar
, y que se quejaba diciendo no
le apretasen, que le lastimaban mucho y que
no sabía más, fue cuando le dieron la dicha
forma de tormento. Y después, a otro día, oyó
decía la testigo al dicho su marido y a otras
diferentes personas, que no se acuerda de
sus nombres, que los dichos ministros,
continuando en sus persuasiones,
excesos y amenazas, habían ido a la
playa de esta villa; y a otro muchacho
forastero que asistía en la barca de
los genoveses lo habían cogido y,
porque no decía lo que ellos querían,
le habían amenazado y dado tormento
con la llave de una escopeta en los
dedos de las manos para que lo
declarase. Y que en esta forma se lo había
contado el dicho muchacho forastero
al marido de esta testigo en el
camino del molino. Y es público y notorio
que, además de lo referido, los dichos
ministros hicieron muchas
extorsiones, amenazas y vejaciones
a otras muchas personas porque no
querían declarar lo que ellos decían.
Y que esto que ha dicho es la verdad so
cargo de su juramento. Leyósele este dicho,
ratificose en él, encarguele el
secreto, lo prometió, y que es de veinte
y siete años. Y no firmó porque dijo no
sabía, de que doy fe. Testado.
ante mí,
Alonso Pérez
Pelayo, receptor.
7
Testigo. En la villa de Torrox, en el dicho día
dos de noviembre del dicho año, el dicho
Gaspar de Claramontes, para esta
información, presentó por testigo
a un hombre que se dijo llamar Francisco
Serrano y ser labrador y vecino de esta villa,
del cual recibí juramento a Dios y a una cruz
en forma de derecho. Lo hizo y prometió
decir verdad y, siendo preguntado al
tenor de las preguntas de la real provisión de
mi comisión, dijo que habrá mes y
medio, poco más o menos, que vio en esta villa
a don Francisco de Vivar, regidor de la ciudad de
Vélez, y a don José Laso de la Vega,
alguacil mayor, y a Luis de Ortega, escribano público,
que habían venido con comisión del corregidor
de dicha ciudad a hacer información en
orden de una poca de pasa que decían
le había embarcado en la playa de esta villa.
Y para ello llamaron a diferentes
personas a las casas de cabildo,
donde los examinaban. Y, pasando este
testigo por las puertas de las dichas casas
de cabildo, oyó murmullo de gente dentro
y que un muchacho lloraba, y que
uno de ellos decía: ven acá, cornudo, ¿no
sabes que estuvieron aquí los padres
de la misión? ¿Por qué no dices la verdad?
Mira que si lo niegas, además de el
tormento que te hemos de dar aquí te
hemos de llevar a Vélez y te hemos de
poner en un potro para que lo digas
. Y,
preguntando el testigo a muchas mujeres de
esta villa que se habían juntado a las puertas
de las dichas casas de cabildo al alborotó que
traían dentro qué ruido era aquel, respondieron que
estaban dando tormento a Miguel, hijo
de Gaspar de Claramonte, que cómo se
consentía tal, que si no había personas
honradas en esta villa que lo remediase,
que aunque fuese caso de inquisición no debían
hacer aquello, y otras lamentaciones. Y
por fuerza querían que el dicho muchacho
dijese lo que no sabía. Y luego, de allí a
breve rato, vio el testigo que los dichos ministros
sacaron al dicho muchacho de las dichas casas
de cabildo y lo llevaron preso a la cárcel
de esta villa, el cual se iba cayendo como
desmayado de lo que con él habían hecho. Y la
madre del dicho muchacho estaba
llorando en la plaza a gritos, diciendo que
cómo se consentía una maldad como
aquella entre cristianos, que si no había
justicia que lo remediase, y otras lamentaciones,
de forma que se alborotó toda esta villa
y escandalizó los procedimientos de dichos
ministros, de forma que estuvo a pique de
perderse con ellos y de que sucediesen
muchas desgracias. Y el testigo, para más
bien enterarse de lo que habían hecho con
el dicho muchacho, fue a la dicha cárcel y le vio
al dicho muchacho por la reja de
ella que tenía desollada y hinchada
la muñeca izquierda del tormento que los
dichos ministros le habían dado en
las dichas casas de cabildo. Y
después, a otro día, oyó decir este testigo
públicamente en esta villa que los dichos ministros,
continuando en sus excesos y malos
procedimientos, habían cogido otro mozo
en la playa, y, porque no habían dicho
lo que ellos querían, le habían dado
tormento con la llave de una
escopeta en los dedos gordos de las manos
y le habían quebrado uno, todo lo cual
pareció muy mal en esta villa y causó
mucho escándalo por ser cosa nunca
vista y que no se debía hacer. Y que no
sabe otra cosa y que lo que ha dicho es la
verdad so cargo de su juramento, y que es
de treinta y seis años, poco más o menos.
Leyósele este dicho, ratificose en él,
encarguele el secreto, lo prometió, y
no firmó porque dijo no sabía, de que doy
fe. Entre renglones: que ruido era aquel. Enmendado: izquierda.
ante mí,
Alonso Pérez
Pelayo, receptor.
8
Testigo. En la villa de Torrox, en el dicho día dos de
noviembre del dicho año, para esta
información el dicho Gaspar de Claramonte
presentó por testigo a Juan Mateo, y ser
trabajador del campo y vecino de esta villa,
del cual recibí juramento a Dios y a
una cruz en forma de derecho. Lo hizo
y prometió decir verdad y, siendo
preguntado al tenor de la real
provisión de mi comisión, dijo que
habrá mes y medio, poco más o menos, que
vinieron a esta villa don Francisco de
Vivar, regidor de la ciudad de Vélez, don
José Laso de la Vega, alguacil
mayor, y Luis de Ortega, escribano público,
con comisión del corregidor de la dicha
ciudad para hacer información
de una poca de pasa que decían se
había embarcado en la playa de esta villa;
para lo cual hicieron muchas
diligencias buscando testigos a quien
apremiaban y amenazaban para
que dijeran lo que pretendían
probar. Y en particular llevaron a las
casas del cabildo de esta villa a Miguel
de Claramonte, muchacho de once años,
hijo del dicho Gaspar de Claramonte, para
recibirle su declaración, a el cual, porque no decía
lo que querían, tuvo noticia el testigo
lo habían amenazado de que lo habían
de llevar preso a la cárcel de la ciudad de
Vélez, y que le habían dado tormento con
unos cordeles en una muñeca para
que lo declarase. Y, en ocasión de que lo
sacaban de las dichas casas de cabildo
los dichos ministros, llegó el testigo
y vio como lo traían asido. Y, llegando a un
poyo que está en la puerta de la villa,
cayó sobre el dicho poyo como desmayado.
Y, preguntando este testigo a los dichos
ministros: ¿Qué es lo que lleva ese muchacho?
,
un mozo que llevaban consigo, picado
de viruelas, con unas mangas
coloradas, respondió: Va desmayadillo
porque le han dado tormento y con el
susto se le han rebotado las cóleras
. Y el
testigo le dijo que por qué le habían dado
tormento, y respondió el dicho mozo,
que no sabe cómo se llama, porque en la
playa nos dijo uno y a Canos a dicho otro,
y no dice la verdad
, a que este testigo le
volvió a decir: ¿pues esa es causa para
darle tormento a un niño? Es cosa muy
mal hecha
, que aunque fuera por caso
de inquisición no se debía hacer eso.
y a este tiempo vio el testigo venía su madre
del dicho muchacho tras él dando
gritos, diciendo: No hay justicia el mundo contra
esta gente inhumana que le han dado
tormento a mi hijo porque no ha dicho lo que
ellos quieren, no sabiéndolo mi hijo. Del
cielo les venga el castigo, pues en la
tierra no le hay
, y otras lamentaciones. Y a este
tiempo, estando el dicho muchacho
en la cárcel, el testigo le preguntó:
Dime hijo, ¿por qué llorabas? Dime lo que
tienes
. Y le respondió porque la justicia
de Vélez le habían atado las manos con
unos cordeles y dadole tormento
apretándolos y retorciéndolos, y
porque le había dolido mucho había
llorado, y que esto lo habían hecho porque no
declaraba lo que ellos querían ni él
había visto ni sabido. Y fue público que los
dichos ministros hicieron
muchas amenazas y fieros a otros testigos,
como fueron decirles que los llevarían
a Vélez y les darían tormento y les
echarían a presidio. Y esto lo decían los
testigos cuando salían de decir sus dichos,
a quien lo oyó el testigo, que no se acuerda de
sus nombres. Y es público y notorio en esta villa
que, yendo los dichos ministros a la villa
de Nerja en prosecución de sus diligencias,
habían cogido a otro muchacho; y,
porque no decía lo que le preguntaron,
le habían dado tormento en los
dedos de las manos con la llave de
una escopeta. Todo lo cual causó en
esta villa mucha nota y escándalo, y
estuvo a pique de que se perdieran
los vecinos con los dichos ministros
y de que sucedieran muchas
desgracias, porque todos estaban
indignados contra ellos por ver las
inhumanidades y violencias que
hicieron con los dichos muchachos y demás
personas, tratándolos mal de
palabra y con desprecio de sus personas; y
llevando, como llevaron, presos a
diferentes vecinos a la cárcel de la dicha ciudad
de Vélez juntamente con el dicho Gaspar
de Claramonte y a el dicho su hijo, donde
estuvieron algunos días diciéndoles
que les habían de echar a un presidio
porque no decían lo que les pedían, no
siendo verdad porque lo que lo era lo
habían dicho en sus declaraciones. Y que esto
que ha dicho es la verdad so cargo
de su juramento y que es de veinte y ocho años.
Leyósele este dicho, ratificose en él,
encarguele el secreto, lo prometió, y firmó,
de que doy fe.
Juan de Lara Gutiérrez ante mí,
Alonso Pérez
Pelayo, receptor.
12
Testigo. En la ciudad de Vélez Torrox, en
el dicho día tres de noviembre del dicho
año, para esta información el dicho Gaspar
de Claramonte presentó por testigo a
un mozo que se dijo llamar José
Aldo y ser natural de la villa de los
Ogíjares de la vega de Granada, que de
presente asiste en las barcas de
pescar del patrón Francisco el genovés, en el
sitio que llaman Lagos, jurisdicción de la ciudad de
Vélez, del cual recibí juramento a Dios
y a una cruz en forma de derecho. Lo hizo y
prometió decir verdad y, siendo
preguntado al tenor de la real provisión de mi
comisión, dijo que habrá mes y medio,
poco más o menos, que estando este testigo
en las dichas barcas llegó la justicia de
la ciudad de Vélez, que iban ocho hombres,
los cinco de a caballo y tres de a pie, y lo
cercaron entre todos y le preguntaron
si había visto pasar un navío
a la vuelta de levante, y este testigo
respondió que una hora antes del día
lo había visto pasar. Y luego le
preguntaron si sabía que había cargado pasa
en el término de esta villa, y
respondió que no lo sabía. Y uno de ellos dijo: ¿No
lo sabe?, pues yo le haré que lo sepa
.
Y le dijo a otro de sus compañeros:
Métanle los dedos en la llave de la
escopeta, que ahí lo dirá
. Y con efecto
le metieron el dedo pulgar de la
mano izquierda en el gato de una llave
y le apretaron el tornillo dándole
tormento. Y, como le dolía mucho les
decía el testigo le dejasen por amor
de Dios, que él no sabía nada. Y se guiñó
uno a otro y le preguntaron: La pasa que
se embarcó, ¿era de don Francisco Treviño?
.
Y el testigo respondió que él no había visto
embarcar pasa de nadie ni sabía
nada de lo que le preguntaban. Y,
habiéndole soltado dicha mano de la escopeta,
lo llevaban preso al castillo de esta villa
y, llegando cerca de él, lo soltaron y dijeron
se fuese, y que si se paraba en parte
alguna lo habían de ahorcar. Y cuando
le dieron tormento en el dedo le
amenazaron le habían de llevar
preso a Vélez y le habían de poner en un potro,
y lo habían de echar a una galera si no
decía lo que le preguntaban. Y, cuando lo
llevaban preso al dicho castillo, lo llevaban
maniatado con un cordel volatín. Y a otro
día, estando este testigo en las dichas barcas,
oyó decir a los que pasaban por allí que
los dichos ministros de justicia habían
hecho en esta villa muchas
vejaciones y molestias a algunos vecinos,
y grandes amenazas, porque no
decían lo que ellos querían. Y que
asimismo le habían dado tormento a
Miguel, muchacho de hasta once años,
con unos cordeles en una muñeca,
de que le habían lastimado porque no decía
lo que le preguntaban no sabiéndolo.
Y que no sabe otra cosa y que esto que ha dicho
es la verdad so cargo de su juramento.
Leyósele este dicho, ratificose en él, encarguele
el secreto, lo prometió, y que es de diez y ocho
años, poco más o menos. Y no firmo porq dijo no
sauia, de que doy ffee. Tdo: Belez en el pa
Ante my,
Alonso Perez
Pelayo, ror.
13
To. En la uilla de Torrox, en el dho dia
tres de nobienbre del dho año, el dho Gas
par de Claramonte, para mas conproba
çion de su querella, presento por testigo a Migl
de Claramonte, su hijo, muchacho de hasta
onçe años. Y por no ser capaz para rreçiuirle
juramento le dije si sauia que ay çielo y
ynfierno, y que los que diçen la berdad se
van al çielo y los que no la diçen se van al
ynfierno, y dixo que si lo sauia. Y deuajo
de esta ffee y creençia le pregunte dijese
lo que sauia en rraon del tormento
que se dize le dieron la justia de la ciud de
Belez en las casas del cauildo d esta uilla.
Dijo que, auiendo benido a esta uia la justiçia
de la dha çiud de Belez, q a oydo deçir se llaman el vno
don Franco de Biuar y el otro don Josephe
Laso de la Uega, otro Luis de Ortega y o
tro Franco de Guzman, y otros criados suyos,
llamaron a este declarante y lo lleuaron
a las cassas de cauildo d esta uilla. Y en ellas los
rrefferidos le rreçiuieron juramento a
Dios y a una cruz en
fora de dro, y le pregunta
ron si sauia que el capitan don Franco Tribiño, vzo
de esta uia, y don Franco Najera, vzo de Malaga,
auian conprado mucha pasa y la auian
enbarcado en la playa del peñonçillo d es
ta uilla, y les rrespondio que no sauia nada
de lo que le preguntauan porq tal cosa no auia
bisto ni sauido. Y le boluieron a deçir: Pues
ahora estubo aqui tu padre y dijo que era
verdad, que la auia enbarcado con dos borriquillos
que teneis
, a que el declarante rrespon
dio: No puede ser q mi padre aya dho eso
porque no thenemos borricos ni mi pa
dre a uisto nada de eso ni lo a sauido, porque
yo e andado con el y si mi padre lo vbiera
lo vbiera uisto lo vbiera bisto yo tanbien,
que eso lo diçen vstedes por q yo diga lo que
no se
. A que dijeron: A ffee que bienes bien
aliçionado
. Y entonçes el dho don Franco de
Biuar dijo: Denle tormento q el confesara
.
Y el alguaçil mayor sac dho Franco de Guzman
saco vn cordel de trauilla, q lo tenia liado
en la bara de alguaçil, y se lo puso a este de
clarante en la muñeca yzquierda, y la
asio a la suya y le dio bueltas alrrededor,
leuantando en peso haçia arriba a este de
clarante, diçiendole: Cornudo, di la ber
dad, que aora lo dijo tu padre
. A que rres
pondio: Senores, yo no se nada, dejenme vs
tedes por amor de Dios, que me lastima vs
ted mucho
. Y entonces el dho Franco de Gusman
le asio las dos muñecas con el dho cordel
y metio la suya en medio, rretorciendo
el dho cordel y dandole bueltas, lebantan
do a este declarante
en peso haçia arriba q
le quebraua las muñecas. Y, biendo lo mu
cho q le lastimaban, les dijo q como Dios esta
ba en los çielos era berdad q no sauia nada de
lo q le preguntauan, y que lo dejasen por a
mor de Dios. Y como le apretauan mas y no lo
querian soltar enpeço a llorar y dar gri
tos. Y entonces el dho Franco de Guzman le
echo las manos por detras de la caueça y se
las apreto con el dho cordel lastimando
le mucho a este declarante, diçiendole: Cor
nudo, di la uerdad
. Y como no tenia ni sa
bia que deçir, dijo el dho don Franco de Uibar:
Lleuenlo a la carçel con su padre
, y lo lle
varon arrastrando a la carçel de esta uilla,
asido de las muñecas, el dho Franco de Guzman y o
tro ministro. Y el dia siguite a este declarante y a
el dho su padre los sacaron de la carcel d esta uia,
y en la puerta d ella, al que le llamaban
alguaçil mayor, le oyo deçir este declarante:
¿Es este el de el tormento? Pues bayan a Belez,
que alla ay potro chico y grande y les hara
cantar echando vn por uida de Dios
. Y a este
declarante se le hiçieron de cardenales en
las muñecas de lo q le auian apretado, de
fora q se le desollaron y mudo el pellejo. Y
los lleuaron presos a la carçel de la ciud de
Belez, donde les tubieron presos ocho dias.
Y el dho alguaçil mayor dijo asimesmo en la puer
ta de la carcel de esta uia que si este declarante
fuera mayor auia de haçer el cordel de qua
tro dobleçes, y auia de hacer vn hecho q fue
ra sonado. Y que no saue otra cosa y que es
to q a dho es la uerdad debajo de la fee y creen
çia que tiene declarado. Y no firmo porque di
xo no sauia, de que doy ffee. Tdo: alguaçil
mayor sac de mas Tdo: lo vbiera
Ante my,
Alonso Perez
Pelayo, ror.
Legenda: | Expansión • Conjetura • Tachado • Adición • Restitución • Sic |
Download XML • Download text
• Wordcloud • Facsimile view • Pageflow view