GR1726D9023
Información sumaria. Josefa de Acevedo contra Antonio Ruiz y consortes, sobre las heridas dadas a Ana Ruiz, vecinos todos de Santa Fe
Fecha | 1726 |
Localidad | España, Granada, Santa Fe |
Proyecto | HISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833 |
Financiación | MINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021 |
Archivo | Archivo de la Real Chancillería de Granada |
ID del manuscrito | ARCHGR 10409/8 |
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Declaración de
Ana Ruiz. En la ciudad de Santa Fe, en veinte y ocho
de enero de dicho año, de presentación de Josefa Acevedo,
yo, el receptor, recibí juramento por Dios y una cruz en
forma de derecho de Ana Ruiz, de estado doncella,
ser hija de dicha Josefa Acevedo, la cual, habiéndolo
hecho, ofreció decir verdad. Y, preguntado por lo
contenido en la querella inserta en la real provisión
está por cabeza de estos autos, dijo lo siguiente:
Preguntada quién le hirió, en qué día, con qué arma,
en qué sitio y casa, por qué motivo, dijo que estando
la que declara en casa de la dicha su madre, y en
compañía suya, siendo como a las siete de la noche, fue
una hermana de la declarante a llamarla, llorando
y diciendo cómo quería darle de guantadas Antonio Ruiz.
Y la declarante se fue en compañía de dicha su hermana
y asimismo su madre y la llevaron a su casa, en
donde, habiendo entrado las susodichas, se halló dentro
de ellas al dicho Antonio Ruiz, que estaba hablando
con Isabel Marín, de estado viuda, y asimismo con
Isabel Tasierra y Beatriz, que no sabe su apellido.
Vio y oyó que el dicho Antonio Ruiz le decía le había de
dar de guantadas a la dicha cuñada de la testigo,
a lo que la declarante respondió al susodicho quiénes,
quién había de dar de guantadas a la dicha hermana
de la que declara, a lo que respondió que también a ella.
Y alzando la mano derecha le dio, abierta con ella
tres bofetadas, recibiéndolas en el lado siniestro
de la cara. Y al mismo tiempo
se retiró, poco
districto, para darle a la que declara con un estoque
que llevaba desnudo en la mano derecha, y en la
otra un puñal delgado, como almarada. Y,
acometiendo a la declarante, con dicho estoque le
dio y hirió en medio de la boca del estómago, de
cuya herida cayó en el suelo diciendo: Ay, que
me han muerto
. Con lo cual se fue el dicho Antonio Ruiz.
Y aquella misma noche enviaron a llamar a
Ambrosio Fernández, cirujano, para que curase a la
susodicha, lo que ejecutó. Y a este tiempo se halló
presente José López, alguacil mayor, quien empezó
a decir: Quietos, señores, callen ustedes y no digan
quién ha sido el que ha ejecutado lo referido
. Y
ni dicho alguacil, ni cirujano ni médico que
curaron a la declarante dieron cuenta a la justicia,
motivo por que se dio lugar a que dicho reo se quitase
de en medio, lo que no hubiera sucedido a haberla
dado luego al punto, todo a fin de contemplar los
susodichos a dicho reo. Hasta que, al día siguiente que se contaron
ocho de este presente mes y año, un hermano de la
declarante, viendo que no se había dado cuenta
a dicha justicia, fue y la dio; y en virtud de ella el mismo
día empezaron a practicar las diligencias, las que no sabe si
se prosiguieron y sí hace juicio, que por la contemplación de
dicha justicia que tenía a dicho reo no las prosiguieron, ni se dijo
en la ciudad hubiesen hecho otra diligencia. Remítese a dicha
causa, por donde constará lo cierto, y responde.
Preguntada por qué motivo el dicho Antonio Ruiz, reo
en estos autos, quiso dar de bofetadas a la dicha
Petronila Ruiz, y qué antecedente habían tenido, dijo que
el motivo fue por haber entrado la dicha Petronila y dicho
en el portal: la casa parece calabozo de cárcel
; motivo
por que, enfadado, el dicho Antonio Ruiz le dijo le daría
de guantadas. Y pasó lo que lleva dicho en esta declaración,
lo cual se lo contó dicha Petronila, y responde.
Preguntada qué otro motivo hubo para que el dicho Antonio
Ruiz hubiese dado a la declarante dichas bofetadas y
heridas, dijo que no hubo antecedentes ni motivos
para que hubiese ejecutado lo referido más que lo dicho,
y responde.
de estas dijo son ciertas y verdaderas lo que en ellas
expresa, y por tales las confiesa. Y, preguntada al tenor
de dicha querella, dijo que la noche que se conttaron siete
del corrientte, estando la testigo en sus casas y
ofrecídosele salir por un poco de aceite, cuando volvió
a dicha su casa, por haber hallado el portal sin luz, dijo:
Parece calabozo esto
. Y, habiendo oído lo
referido Antonio Ruiz, hijo de Tomás Ruiz,
le dijo a la testigo que qué se entendía decir
calabozo de cárcel, que era una desvergonzada
y la cruzaría la cara, a que la testigo le respondió:
Señor Antonio, por hablar bien nunca se
pierde nada
; a que le replicó que quién era la testigo, a
cuyo tiempo se fue la testigo a casa de Beatriz
Alonso, su cuñada, a quien le contó lo que le
había pasado con el dicho Antonio Ruiz.
Y lo
mismo ejecutó en casa de su madre, parte
querellantte, y juntas con Ana Ruiz, hermana
de la testigo, fueron a su casa, en donde hallaron al dicho
Antonio Ruiz, quien estaba riñendo con Beatriz
Alonso, porque esta le estaba
reprendiento por lo mal que había obrado con la testigo, quien
vio que la dicha Ana Ruiz le dijo al dicho Antonio:
¿Cómo quiere usted, derribarle la cara a dicha
Ana, siendo mi hermana?
. A que le respondió: Y a
ella también
. Y, alzando la mano, vio la testigo le dio
abierta con ella tres bofetadas, y no
contento con lo referido echó mano a un
estoque, y con él le hirió a la dicha Ana Ruiz
en la boca del estómago, y asimismo le vio
en la otra mano un puñal sin vaina. Y, habiendo
acudido gente, se sosegó dicha quimera,
huyendo al mismo tiempo el dicho Antonio Ruiz y
quedádose en el suelo casi muertta la referida
Ana, a quien habiéndose llegado la testigo y
habládole, no le respondió cosa alguna. Y, habiendo dado
cuenta a los cirujanos para que la curasen, antes que
estos viniesen concurrió José López, alguacil
mayor de esta dicha ciudad. Y, habiendo entrado en
dicha casa, dijo: Chito, nadie hable palabra, que
esto es cosa de cirujano
. Y, habiéndose ido
a su casa, sabe la testigo no dio cuenta a la justicia de esta
ciudad como era de su obligación. Y, aunque
la curaron el mencionado cirujano llamado
Ambrosio Fernández y un médico llamado don
Mariano, ninguno de los referidos dieron cuenta
a dicha justicia, lo que sí hubieran ejecutado
no se diera lugar a que dicho reo se hubiese
ausentado. Y, viendo lo referido y que la justicia no
hacía diligencia, un hermano de la testigo llamado Nicolás
Ruiz, al día siguiente por la mañana, dio cuenta a dicha
justicia, quien empezó a practicar las diligencias,
dejando de continuar en ellas todo a
contemplación de don Cristóbal Ruiz, alcalde que
entonces era, por ser tío de dicho reo. Y después
estuvo dicha Ana Ruiz bien mala, oleada y
sacramentada y en peligro de perder la vida, y para
que hubiese ejecutado lo referido el dicho Antonio
Ruiz no ha tenido otros motivos antecedentes por
donde se pudiese vengar más que el de aquella noche.
Y, aunque se le hicieron otras preguntas dijo no saber
más, ni haber visto
otros sujetos, ni más
armas que las expresadas, que es la verdad bajo
del juramento que hecho tiene, en que se afirmó.
Leyósele este dicho, ratificose en él, encargósele
el secreto, lo prometió, y que es de edad de veinte
5
Testigo:
Beatriz
Alonso.
En la dicha ciudad, en el dicho día veinte y ocho
de enero de dicho año, de presentación de dicha parte querellante
y para esta sumaria, yo, el receptor, recibí juramento
por Dios y una cruz en forma de derecho de una
mujer que dijo llamarse Beatriz Alonso, ser vecina
de esta ciudad y mujer de Juan Guerra, de
ejercicio del campo. Y habiendo jurado ofreció decir
verdad y, enterada de la cita que le hace Francisco
Malpica, testigo de esta sumaria, dijo es cierto
lo en ella contenido, y confiesa ser verdad en
todo y por todo. Y, enterada de los particulares de
la querella inserta en dicha real provisión, dijo
que, mediante la amistad que Antonio Ruiz tenía
en las casas de Isabel Marín, las frecuentaba
mucho, sin saber por qué motivo. Y asimismo
vivía en dicha casa Petronila Ruiz, a la que habiéndosele
ofrecido salir por un poco de aceite y ido a dicho
fin en casa de su madre, donde habiéndoselo
traído se volvió a su casa, y entrando por la puerta
dijo: Señora Isabel, baje VM el candil porque
parece el portal calabozo
. A cuyo tiempo
respondió Antonio Ruiz, contenido en esta sumaria,
callara la dicha Petronila porque si bajaba le había de dar
de guantadas. Y, viendo lo referido y otras cosas, se
retiró a casa de la testigo, a quien le contó lo que le había
pasado con el dicho Antonio Ruiz. Y, habiendo ido juntas
donde estaba el susodicho, estándole reconviniendo
que cómo decía aquellas palabras tan malas, entró Ana
Ruiz y su madre, querellante en estos autos, y
insistiendo sobre lo mismo, causándole enfado al dicho
Antonio Ruiz lo que le decían, vio la testigo que el
susodicho le dio tres bofetadas a la dicha Ana, las que hace juicio serían
a mano abierta por el ruido que hicieron. Y al día siguiente
le vio el carrillo del lado izquierdo morado de dichos
golpes. Y, no contento con lo referido, el dicho Antonio
Ruiz le echó mano a un estoque para herir con
él a la dicha Ana Ruiz, y con la turbación que a la
testigo ocasionó no vio si le dio con él o no, y vio que
en la otra mano tenía un puñal. Y a instancia de Francisco
Malpica lo echó a la calle al dicho Antonio, desde donde
empezó a decir no habían llegado las nueve de la noche
para ejecutar lo que quería, con lo cual se fue. Y,
habiendo ido de allí a poco a dicha casa José López,
alguacil de esta ciudad, entró diciendo: ¿Qué es
esto?
. Y, sabedor de lo que era, tomó y se fue, y no sabe
si dio cuenta a la justicia, lo que si hubiera ejecutado,
discurre, hubiera pasado a practicar las
diligencias, y hasta el día siguiente no ejecutaron ninguna
hasta pasadas veinte y cuatro horas que se tomó
la declaración por dicha justicia a la dicha Ana Ruiz.
Y también concurrió a curarla Ambrosio Fernández,
maestro de cirujano, y un médico llamado don
Mariano, los que la curaron
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