GR1700D9002
Información sumaria. Disparos y muerte dados a Pedro Muñoz y a Luis de Morales
Fecha | 1700 |
Localidad | España, Granada, Salar |
Proyecto | HISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833 |
Financiación | MINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021 |
Archivo | Archivo de la Real Chancillería de Granada |
ID del manuscrito | ARCHGR 10336/13 |
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2 Testigo:
Francisco del Puerto
Barrionuevo. En la dicha villa del Salar, en el dicho día diez
y nueve de enero de dicho año, de dicha
presentación, y para esta sumaria información,
recibí juramento de un hombre que se dijo llamar
Francisco del Puerto Barrionuevo y ser vecino
de esta villa, y trabajador del campo, el cual lo
hizo a Dios y a una cruz en forma de derecho,
y prometió decir verdad. Y, siendo
preguntado por el tenor de la real provisión
y lo demás que convino, dijo que lo que
pasa es que por uno de los días del mes de
septiembre del año pasado de mil y seiscientos y
noventa y ocho, siendo como a media hora
poco más o menos de anochecido, estando el
testigo en su casa cenando, llegó don
Fernando de Quero, alcalde mayor de esta villa, acompañado
de Juan Martínez Suárez, escribano de ella, muy
asustado, y dijo a el testigo que pena de cuatro
ducados bajase al sitio de la venta de
Pulgar en su asistencia, que había noticia
que en dicho sitio habían andado a
arcabuzazos el alguacil mayor, don Pedro Muñoz, y don
Jerónimo de Mena con unos cazadores. Con lo
cual el testigo a toda prisa salió de
su casa para dicho sitio y, yendo, vio iban
otros muchos vecinos de esta villa, a quien parece
también se les había llamado, siendo el
testigo de los primeros que llegó a dicho sitio
de la venta, que está en el camino real que de
Granada va a Loja. Y, bajando por un altillo a caer
a dicho camino y dar vista a la puerta de dicha
venta, antes de llegar a ella como diez o doce pasos,
en mitad del camino y una acequia que le
atraviesa, con la claridad de luna que hacía se vio
un hombre tendido, el cual, así que oyó el
ruido de la gente que llegaba, empezó a clamar
pidiendo confesión. Y, habiendo llegado dicho
alcalde mayor con la demás gente y reconocido lo mismo
de su punto, envió a esta villa por un religioso que
había oficio de cura; y, pasando dicho alcalde mayor a
preguntarle quién era, respondió que Luis de Morales,
que le trajesen un confesor. Y el testigo, antes de haber
llegado dicho alcalde mayor, cogió una escopeta que halló junto
a dicho Luis de Morales, que entregó a dicho alcalde mayor.
Y pasando más hacia la dicha venta, a la puerta de
ella y junto a un poste, se halló otro hombre otro
hombre tendido a la larga, que llegado a
reconocer se vio era el dicho don Pedro Muñoz,
alguacil mayor de esta villa, que estaba difunto y tenía junto
a el cuerpo su escopeta de a vara. Lo cual visto por
dicho alcalde mayor, despachó por una carreta a esta
villa para traer a ella a los dichos dos
hombres, como lo hizo habiendo confesado ya el
dicho Luis de Morales, cuya escopeta, que el susodicho
tenía al tiempo que el testigo la tomó de
mandado de dicho alcalde mayor, le metió la baqueta
en el cañón, y se reconoció estaba cargada.
La cual trajo a esta villa habiéndose venido
todos a ella, y trayendo en la carreta a el
muerto y herido; que al dicho don Pedro
Muñoz se puso en las casas del dueño de esta
jurisdicción, donde tenía su vivienda, y a el
dicho Luis de Morales, herido, en la cárcel; el
cual, acabando de dar sepultura a el dicho
alguacil mayor en el día siguiente de haberlos
traído, murió. Y fue público, además de
haberlo visto el testigo, que sus muertes se les
siguió de diferentes heridas que tuvieron
de arcabuzazos, al tiempo que se
manifestaron por la justicia y Silvestre de Montiel,
cirujano; los cuales se dijo los habían finado
Manuel del Arca y Francisco de Jaimes, vecinos de Loja y
cazadores, que en compañía del dicho Luis de
Morales habían estado cazando el dicho
día en que sucedió la desgracia en el término
de esta villa, y a quienes les había quitado dos
podencos dicho alguacil mayor y don Jerónimo
de Mena, criado del dueño de esta villa.
Y, queriéndoles prender en el dicho sitio
de la venta, se le habían resistido y
disparado de una parte y otra arcabuzazos,
de que había resultado las desgracias
que deja dichas, y herido asimismo en
una pierna a dicho don Jerónimo de Mena según
se dijo, y sobre que por la dicha justicia se escribió
causa, en la cual sobre diferentes diligencias
a que fue presente tiene declarado, a que se
remite porque quiere que todo sea una
misma cosa sin contradecirse en manera
alguna. Y la escopeta que trajo el testigo del dicho
Luis de Morales, luego que llegó a esta villa, la recogió
dicho alcalde mayor con la del dicho don Pedro Muñoz,
y no sabe ni ha oído decir dónde se hallen los
reos en este negocio, ni que tengan bienes por ser
solteros, y esto es lo que sabe y la verdad so cargo
de su juramento. Leyósele este dicho, ratificose en él,
encargósele el secreto y lo prometió, y que es de
treinta y cuatro años. No firmó porque dijo
no sabía escribir, firmelo yo, de que doy fe
testificando P llevar
Ante mí Salvador Tercero
de Rozas receptor
3 Testigo:
Bartolomé Quero
Francisco Torralba En la dicha villa del Salar, en el dicho día diez y
nueve de enero de dicho año, de dicha presentación
y para esta sumaria, yo, el presente receptor, recibí
juramento a Dios y a una cruz en forma de derecho
de un hombre que se dijo llamar Francisco Torralba
y ser vecino de esta dicha villa, y labrador en una casería
de su propiedad en el término de Huétor Tájar.
Y habiéndolo hecho prometió decir
verdad. Y, siendo preguntado por el
contenido de la real provisión de mi comisión, dijo
que, por uno de los días del mes de septiembre
del año pasado de seiscientos y noventa y ocho,
siendo siendopor la tarde, estando este
testigo en la dicha su casería, que estará
como media legua distante a el término
de esta villa, vio pasar tres hombres por la misma
linde de sus tierras en forma de cazadores,
con sus escopetas y uno o dos perros
pachones. Y a vista de dicha casería como un tiro
de escopeta, de perdigones, y, haciendo reparo el testigo quién
podían ser, solo conoció del uno que era vecino
de Loja y natural de esta villa, que se llamaba
Francisco de Jaimes, los cuales en la conversación
que llevaban se iban zumbando y
tratándose de borrachos y unos a otros de
pendejos y gallinas, y otras palabras que
del todo no pudo percibir, y esto
viniéndose hacia las haciendas del pago de
Calandas, que confinan con el término
de esta villa. Y habiendo pasado lo que deja
dicho, a el día siguiente vino el testigo a
esta villa a lo que se le ofreció, en donde ya se
decía públicamente cómo la noche antes
, como a las oraciones, en el sitio de la venta de
Pulgar, que está en el camino real que de
Granada va a Loja, había salido don Pedro Muñoz
de Lerín, alguacil mayor de esta dicha villa, en
compañía de don Jerónimo de Mena, criado del
dueño de la jurisdicción de esta villa, a prender
a dichos cazadores, que lo eran el dicho Francisco
de Jaimes y Luis de Morales y Manuel del
Arca, vecinos de Loja, por decirse que habían
estado cazando en la dehesa de esta villa. Y no los había
podido prender, sí solo quitádoles dos perros
podencos, y que se habían resistido y
arcabuceado, de que había resultado muerto el dicho
alguacil mayor y malherido el dicho Luis de
Morales, y en una pierna un postazo el dicho
don Jerónimo de Mena. Y que por la justicia de esta villa,
con noticia que había tenido del suceso,
había acudido con diferentes vecinos de esta villa
a dicho sitio de la venta, de donde había
traído a esta villa a el muerto y herido. Y, en las
diligencias que dicha justicia hizo y causa, depuso
este testigo lo que sabía, lo cual quiere
se entienda con esta su deposición ser una
misma cosa sin contradecirse en
manera alguna. Y luego que depuso se volvió
a su casería sin haber puesto cuidado
en ver al muerto ni herido, ni en
saber otra cosa de lo que deja dicho, que es
la verdad so cargo de su juramento.
Leyósele este dicho, ratificose en él,
encargósele el secreto y lo prometió, y que es de
edad de cuarenta y nueve años. No
firmó porque dijo no sabía escribir.
Firmelo yo, el pressente receptor, que de ello doy fe. Entre
renglones: de perdigones.
Ante mí
Salvador Tercero
de Rozas receptor.
4 Testigo:
Bartolomé de Quero. En la dicha villa del Salar, en el dicho día diez y
nueve de enero del año de mil y setecientos, de
la dicha presentación para esta sumaria yo, el
presente receptor, recibí juramento a Dios y a una cruz
en forma de derecho de un hombre que se dijo
llamar Bartolomé de Quero y ser vecino de esta dicha villa, y
trabajador del campo, el cual lo hizo y ofreció decir
verdad. Y, siendo preguntado por el tenor
de la real provisión de mi comisión, dijo que por
uno de los días del mes de septiembre del año
pasado de seiscientos y noventa y ocho, siendo como a
media hora de anochecido, don Fernando de Quero,
alcalde mayor de esta villa, llamó a este testigo como
a otros vecinos para que fuesen en su compañía al
sitio de la venta que llaman de Pulgar, que
está en el camino real que de Granada va a Loja,
por decir que habían sucedido unas desgracias.
Con lo cual el testigo, como otras personas, bajaron
en su compañía al dicho sitio de la venta, donde a el
dar vista a ella, bajando por un cerrillo y estando
ya en el mismo camino real, se halló en una acequia
que lo atraviesa, como doce pasos apartado de la
puerta de dicha venta, un hombre tendido a la larga
pidiendo confesión. Y tenía una escopeta larga junto a el cuerpo,
que la tomó otro vecino que se llama Francisco del Puerto,
que asimismo iba asistiendo a la justicia. Y, habiendo
dicho alcalde mayor llegado, le preguntó quién era por
dos o tres veces, y hasta la última no le respondió, que
dijo llamarse Luis de Morales. Y luego de su punto,
como pedía confesión, envió dicho don Fernando de Quero
alcalde mayor de esta villa por el padre confesor que hacía
oficio de cura. Y, habiendo pasado a registrar la puerta
y sitio de dicha venta, se halló otro hombre tendido
en el suelo, cerca de un portal de ella; a el cual, llegado
a reconocer, se vio ser el dicho don Pedro Muñoz,
alguacil mayor de esta villa, que se halló muerto. Y tenía junto a el
cuerpo su escopeta de a vara, que recogió el testigo,
y, por hacer la noche muy clara por la luna que
hacía, sin otra
luz, luego que se llegó se reconoció
ser el difunto el dicho alguacil mayor, a el cual junto
con el dicho Luis de Morales, después de haberlo confesado
en una carreta, la hizo traer a esta villa, poniendo el
cuerpo de dicho don Pedro Muñoz en las casas del
dueño de la jurisdicción por vivir en ellas, y al dicho
Luis de Morales en la cárcel. Y ambas escopetas,
así la que tomó el dicho Francisco del Puerto como
la que tomó el testigo, que estaba junto a dicho
difunto, las entregaron a dicho alcalde mayor, quienes
les puso cobro para reconocer de la forma que
estaban. Y, habiendo estado ya en esta villa, ya
corrían las voces diciéndose que la mañana del
día en que sucedió la desgracia había
subido dicho alguacil mayor con don Jerónimo de Mena,
criado del dueño de esta villa, a recorrer el
término, y que en la dehesa de esta villa había
visto tres cazadores con perros; y que, yéndose
hacia ellos, parece se habían escondido en el
barranco que llaman de Zapa, y no los viendo
les quitó los perros podencos, que había traído
a esta villa. Y después, en el mismo día, los había
aguardado a dichos cazadores a que pasaran por el
sitio de la venta referida para prenderlos.
Y que con efecto, pasando por dicho sitio como
a el anochecer, había querido prender, y que
se habían resistido y andado a arcabuzazos,
de que había resultado las desgracias
referidas, siendo uno de dichos cazadores el dicho Luis
de Morales, Manuel del Arca y Francisco de
Jaimes, a quienes el testigo conocía y ser mozos
solteros y vecinos de Loja. Y que asimismo
había salido herido el dicho don Jerónimo
de Mena en una pierna. Y sabe murió
el dicho Luis de Morales de heridas que tenía,
y que por la justicia se hizo causa en que el testigo
tiene declarado lo que en dicha ocasión pasó, y
porque quiere que, con esta su deposición, se entienda
ser una misma cosa sin contradecirse en
manera alguna, por ser la verdad y lo que
sabe so cargo de su juramento. Leyósele este dicho,
ratificose en él, encargósele el secreto y lo
prometió, y que es de edad de veinte y dos años.
No firmó porque dijo no sabía, firmelo yo, de
que doy fe.
Ante mí Salvador Tercero
de Rozas receptor
5 Testigo:
Pedro Lozano
Medias. En la dicha villa del Salar, en veinte días
del mes de enero del año de mil y setecientos,
ante mí, el presente receptor, pareció Ignacio Pérez
Noguera, promotor fiscal, parte en este
negocio por la del señor fiscal del crimen de la Real Chancillería;
y, para esta sumaria, presentó por testigo
a un hombre que se dijo llamar Pedro
Lozano y ser vecino de la ciudad de Loja, y ser
labrador en la casería de Juan Gordo Camacho,
término de esta villa, del cual recibí juramento
a Dios y a una cruz en forma de derecho. Lo
hizo y ofreció decir verdad y, siendo
preguntado por el contenido de dicha real provisión
dijo que lo sabe y puede decir en dicha razón
es que, estando labrando en la casería que
llaman de Mora, término de esta villa,
distante de la venta que llaman de Pulgar que
está en el camino real que de Granada va a
Loja, por uno de los días del mes de septiembre
del año pasado de noventa y ocho, siendo
como a el anochecer, oyó el testigo dos tiros
de arma de fuego, que según sus traquidos
le parecieron como de mosquete, y estos tan
a un tiempo que no se pudo conocer cuál fue
primero. Y luego, consecutivamente, se oyó
otro tiro con menos fuerza, y el haberle parecido
ser hacia la dicha venta y camino real fue
causa de no darle cuidado, por considerar ser
de pasajeros. Y, habiéndose recogido sin
presumir otra cosa, al día siguiente, salido el
sol, el testigo pasó a dar una vuelta a la ciudad de
Loja, llegando a la casería de Pablo Antonio,
que está vecina a la del testigo. Y le dijo a
María Hurtado, su mujer, que sola estaba en ella,
echase ojo a la casería del testigo mientras
volvía, la cual le dijo al testigo que si no
sabía lo que la noche antes había pasado
en el sitio de la venta de Pulgar. Y no sabiéndolo
díjole que no, y entonces la susodicha le refirió
cómo a prima noche unos cazadores de Loja
se habían arcabuceado con el alguacil mayor del Salar
y don Jerónimo de Mena, criado del dueño de la
jurisdicción, de que había resultado muerto
el dicho alguacil mayor y muy mal heridos uno
de dichos cazadores y dicho don Jerónimo.
Y entonces discurrió el testigo haber sido los
dichos arcabuzazos que oyó los del suceso que
le refería la dha Maria Hurtado, con lo qual
paso como iba a dha ciudad de Loja, en donde,
hauiendo llegado en ella, ya se deçia publica
mente las dhas degraçias, y que los dhos casado
res hauian sido Luis de Morales, Manuel del
Arca y Franco de Jaimes, vezs de ella. Y el mesmo
dia corrio bos de auer muerto el dho Luis de Mo
rales, como que dhos alcabuzaços hauian sido
sobre hauerles quitado a dhos cazadores dho
alguaçil mor dos podencos estando casando en
la dehesa de la uilla. Y esto es lo que saue y pue
de deçir en dha raçon, y sobre que tanuien
tiene depuesto ante la jusa d esta ua en la cau
sa que sobre ello fulmino, a que se remite y quiere
se entienda ser todo una mesma cosa, sin con
tradecirse en manera alguna por ser
todo la verdad, so cargo de su juramto. Leiosele
este dho, ratificose en el, encargosele
el secreto y lo prometio, y que es de edad
de quarenta y seis años. No firmo porq
dijo no sauia escriuir, firmelo yo, el presste
recepor, que de ello doi fee.
Ante my Saluador Tercero
de Rozas rr
Legenda: | Expansión • Conjetura • Tachado • Adición • Restitución • Sic |
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