GR1683D9087
Continuación del pleito sobre malos tratos dados a un niño, en la averiguación de un embarque ilegal de pasa
Fecha | 1683 |
Localidad | España, Granada, Granada |
Proyecto | HISPATESD: Hispanae Testium Depositiones. Las declaraciones de testigo en la historia de la lengua española. 1492-1833 |
Financiación | MINECO/AEI/FEDER/UE: FFI2017-83400-P, 2018-2021 |
Archivo | Archivo de la Real Chancillería de Granada |
ID del manuscrito | ARCHGR 2243/5 |
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En la ciudad de Granada, a diez y ocho días del mes de diciembre
de mil y seiscientos y ochenta y tres años, en cumplimiento del
auto de esta otra parte, el licenciado D. José de Luque, relator
en esta corte, y de este negocio y en presencia de mí, el escribano
de cámara, recibió juramento a Dios y una cruz en forma
de derecho de un hombre preso por mandado de dichos señores,
su posada por cárcel, que le hizo y prometió decir verdad.
Y se le preguntó y dijo lo siguiente:
Preguntado por las preguntas ordinarias, dijo que se llama
don Francisco Manuel de Vivar y Mena, y que es vecino y
regidor de la ciudad de Vélez, y que es de edad de treinta
y seis años, y esto responde.
Preguntado si es verdad que habiendo tenido noticia el corregidor
de la ciudad de Vélez de que en la villa de Torrox algunos
vecinos de ella en su puerto embarcaban por alto
gran cantidad de pasa de lejía y sol sin pagar los derechos
a su majestad pertenecientes para fuera de estos reinos,
le nombró a el confesante dicho corregidor como juez
conservador del derecho de dos reales en cada arroba de pan a
que pertenece a la dicha ciudad, y por los que pertenecen a la dicha
ciudad, y asimismo por lo tocante a los cuatro unos por ciento
por que la dicha ciudad esta encabezada con su majestad. Y si en
virtud de dicha comisión fue el confesante a la dicha villa
de Torrox y demás partes que conviniesen en compañía
de don José Laso de la Vega, alguacil mayor, y de Luis de Ortega,
escribano, y otras personas, a la averiguación de
dichos fraudes, dijo que es cierto todo lo contenido en la
pregunta. Y esto responde.
Preguntado si es verdad que, prosiguiendo en las diligencias
de la sumaria para dicha averiguación, examinó
diferentes testigos que citaron a muchas personas de la
dicha villa de Torrox, y entre ellos a Gaspar de
Claramonte y Miguel de Claramonte, su hijo, de edad de
doce años poco más o menos, de los cuales, en virtud de
dichas citas, el dicho confesante, estando en las casas del
cabildo de dicha villa de Torrox, los fue llamando;
y en las declaraciones que hacían, por no decir lo que
el confesante les preguntaba, los prendía y
mandaba prender y remitía a la cárcel de la ciudad de Vélez;
y entre ellos fueron a el dicho Gaspar de Claramonte y Miguel
de Claramonte, su hijo, el cual, aunque por el
confesante se le hicieron muchas preguntas y
repreguntas sobre lo contenido en su comisión, había
declarado no sabía nada de lo que le preguntaba, llamó a Francisco
de Guzmán, su ministro alguacil, a el cual le dijo que ya
que no quería decir la verdad le diese tormento. Y dicho
ministro sacó de la vara que llevaba un cordelillo de
trabilla, y se lo echó a una muñeca, y metió
asimismo el dicho ministro la suya en dicho cordel y le fue dando
vueltas con su muñeca, tirándole hacia arriba,
diciéndole: Cornudo, di la verdad
. Y, habiéndose quejado
mucho el dicho Miguel de Claramonte diciendo que por
la Virgen Santísima le dejasen, que él no sabía
nada de lo que le preguntaban, habiéndolo tenido un
gran rato en lo contenido, se mandó por dicho
confesante que dicho ministro le llevase a la cárcel, como
con efecto lo hizo; y de allí se remitió a la cárcel
de la ciudad de Vélez, dijo que lo que pasa es que,
en cumplimiento de su comisión y continuando
la sumaria que se le encargó, habiendo sido
citados en ella los dichos Gaspar y Miguel de Claramonte,
padre y hijo, y los hizo llamar para
examinarlos juntamente con los demás testigos citados y de que
se quiso valer para dicha sumaria. Y los hizo
examinar como consta de la sumaria que sobre
ello hizo, a que se remite, poniendo en ella lo que
depusieron. Y, por no haber contestado la cita el dicho
Gaspar de Claramonte y otros, los hacía poner en la
cárcel, haciendo a el dicho Francisco de Guzmán,
alguacil, que los asegurase para llevarlos a la dicha
cárcel, por ser preciso que habían de pasar por la
puerta de la iglesia de la dicha villa. Y, para dicha seguridad,
el dicho ministro, trayendo como traía por ser
cuadrillero de la santa hermandad un cordel del gordor del
grueso de un dedo, afianzando a los que llevaban
presos; y se lo echó a todos los que se mandaron prender,
y entre ellos a el dicho Miguel de Claramonte sin
hacerle vejación, antes se salió riendo de las casas
de cabildo desde donde lo llevaban a la dicha cárcel,
desde donde los hizo llevar por mano de los alcaldes
de la dicha villa de Vélez Torrox a disposición de el corregidor
de la dicha ciudad de Vélez; a el cual sobre lo contenido
en dicha pregunta hizo sumaria y diligencias
a que se remite. Y esto confiesa y lo demás niega.
Y responde.
Preguntado como niega el haberle hecho dar
tormento a el dicho Miguel de Claramonte, siendo así
que por causa de habérselo dado, a el tiempo y cuando
le sacaron de las casas del cabildo se desmayó junto
a la puerta de ellas; y, reconociendo lo referido, el
ministro que lo llevaba para poderlo entrar en la
cárcel le cogió debajo del brazo y lo llevó por dicho
lugar hasta la dicha prisión, ocasionando con esto
nota y escándalo en dicha villa, y a que la madre
del dicho Miguel de Claramonte saliese por ella
en cuerpo dando voces diciendo que si no había
justicia en la tierra que del cielo vendría; hasta
llegar a la plaza donde ocurrió mucha gente a las
voces que daba, ocasionando con ello a que se
amotinase dicho lugar, dijo que niega todo lo contenido
en dicha pregunta y dice lo que dicho tiene, y esto
responde.
Preguntado si el confesante y los demás sus
compañeros, yendo por el puerto de dicha villa de Torrox,
llegando a las barcas de pescar de Francisco el genovés,
estando en ellas José Aldo, natural de los Ogíjares
le llamó el confesante para examinarlo sin ser
citado en razón de la dicha su comisión; y habiéndole
hecho algunas preguntas y repreguntas, y respondido
no sabía cosa alguna de lo que se le preguntaba, llamó
el confesante a uno de los compañeros que llebaba
consigo y le dijo: Métale a ese los dedos en la llave
de la escopeta, que ahí lo dirá
. Y habiéndole metido en ella
el dedo pulgar de la mano izquierda en el gato de
la llave le apretó el tornillo. Y, dándole tormento, y como
le dolía mucho, decía le dejasen por amor de Dios, que él
no sabía nada. Y, habiéndole hecho otras preguntas
y respondían no sabía nada de lo que se le decía, mandó
el confesante le quitasen el dedo de dicha llave y
lo llevasen preso a la villa de Torrox. Y llegando cerca
del ingenio le soltaron y le dijeron que no parase más
en aquella villa, porque si paraba le habían de
mandar ahorcar llevándole preso y maniatado, con un
cordel volatín atadas las manos, y diciéndole que a lo
menos le habían de echar a galeras. Dijo que,
continuando la sumaria, visitando la playa llegó
a un sitio que llaman el Cerro de Lagos, donde estaba
una barca de pescar. Y examinó a el dicho don José Aldo
y a otro su compañero, guardas de la dicha barca, que sin
premio alguno dijeron lo que consta de sus dichos,
a que se remite y niega lo demás contenido en la
pregunta por ser incierto. Y esto responde.
Y en este estado se quedó esta confesión para
proseguirlo cada que convenga. Y lo firmó el
confesante y el dicho relator, y yo el presente escribano de
cámara, que de ello doy fe.
Licenciado D. José de Luque
Mesa y Godoy Francisco Muñoz de
Vivar y Mena ante mí,
Baltasar de Rojas
En la ciudad de Granada, a veinte y dos días de el mes
de diciembre de mil y seiscientos y ochenta y tres años, en
cumplimiento de el auto de esta otra parte, el licenciado don
José de Luque, relator en esta chancillería, por
ante mí el presente escribano de cámara, recibió juramento
a Dios y una cruz en forma de derecho de un
hombre preso por esta causa. Y habiendo jurado prometió
decir verdad, y se le preguntó, y dijo lo siguiente:
Preguntado por las preguntas ordinarias, dijo
que se llama don José Laso de la Vega y que es vecino
y regidor, y ha sido alguacil mayor de la ciudad de Vélez,
y de edad de treinta y tres años. Y esto responde.
Preguntado si es verdad que el confesante, en
virtud de comisión de el corregidor de la dicha ciudad de Vélez
y ciudad de ella, en compañía de don Francisco Vivar y Luis
de Ortega, escribano de ella, fueron a la villa de Torrox y
otras partes a la averiguación de diferentes cantidades
de pasa de sol y lejía que por alto se habían
embarcado sin pagar los derechos a su majestad
pertenecientes, dijo que es cierto lo contenido en la pregunta,
y esto responde.
Preguntado si es verdad que, en virtud de dicha
comisión, en la villa de Torrox y su playa se
examinaron diferentes testigos sobre la comprobación de lo
contenido en la pregunta antes de esta, los cuales
citaron a otros que, habiéndose traído por los
alcaldes de la dicha villa para examinarlos en
virtud de dichas citas, por no decir ni contestar en ellas
se mandaron prender en la cárcel de la dicha villa
de Torrox, y de allí remitirse a la de la ciudad de Vélez;
y entre ellos fue a Gaspar de Claramonte y Miguel
de Claramonte, su hijo menor, a el cual,
habiéndole leído la cita y dicho no sabía cosa alguna
de lo en ella contenido; y aunque se le hicieron
muchas preguntas y repreguntas no dijo más de lo
que tenía dicho, por lo cual se mandó por el confesante
a uno de los ministros que venían en su
compañía sacase un cordel que traía consigo y se lo
echase a una muñeca y le apretase hasta que dijese
la verdad; como con efecto lo hizo dicho ministro
metiéndole dicho cordel en la mano izquierda, y dicho
ministro su muñeca, y dándole vueltas y tirones hacia
arriba a dicho Miguel de Claramonte diciéndole: Cornudo,
di la verdad porque si no te han de llevar a la ciudad de
Vélez, donde te se dará tormento y te echarán a
galeras
. Y, reconociendo que no decía cosa alguna, mandó
el confesante y demás compañeros le llevasen preso
a la cárcel de dicha villa para que de allí se llevase a la
ciudad de Vélez, dijo que es cierto el que, en virtud de
las citas que por los testigos se habían hecho, entre otros
fueron el dicho Gaspar de Claramonte y Miguel de
Claramonte, su hijo, a el cual, habiéndole leído la cita
y por haber dicho no sabía nada mandó el confesante
a Francisco Guzmán, cuadrillero de la santa hermandad,
que traían consigo que llevase preso a el dicho Miguel
de Claramonte asegurado por que no se entrase
en la iglesia que estaba inmediata a las casas de
cabildo donde lo estaban examinando. Y dicho alguacil,
para asegurarlo, le echó un cordelillo
en la muñeca izquierda que traía consigo y de que
usa como ministro de la hermandad, y lo llevó preso
sin que el dicho Miguel de Claramonte hiciese
demostración alguna de quejarse hasta que llegó a la puerta
de la cárcel, donde empezó a dar gritos pareciéndole
que la prisión iba de veras, y se dejó caer en el suelo,
a cuya ocasión se asomó a las casas de cabildo desde
donde se ve dicha cárcel, y le dijo a dicho ministro lo
entrase en ella. Y con efecto lo entró asido de un brazo,
y esto confiesa y lo demás niega. Y esto responde.
Preguntado como niega el confesante
el no haberle dado tormento a el dicho Miguel de
Claramonte, siendo así que dentro de la sala de dichas casas de
cabildo dio muchas voces el susodicho cuando le
apretaban dicho cordel, y a el tiempo que salió de la dicha
casa de cabildo se desmayó y le fue preciso a el ministro
cogerle bajo de el brazo a el dicho Miguel de
Claramonte y llevarlo a dicha cárcel, por lo cual dio mucha
nota y escándalo en dicha villa, y ocasión a que la
madre de el susodicho saliese por las calles de la dicha
villa dando voces hasta que llegó a la plaza de
ella, donde dijo dando muchos gritos y llorando
que, pues que no había justicia en la tierra
que remediasen lo que estaban haciendo con
su hijo, que viniese del cielo que le castigasen,
de que se ocasionó mucha nota y escándalo en la
dicha villa, que estuvo a pique de amotinarse;
dijo que niega lo contenido en la pregunta y solo
dice lo que tiene dicho. Y esto responde.
Preguntado si el confesante y sus compañeros,
yendo visitando la playa de dicha villa
llegaron a la barca de Francisco el genovés, que estaba
en la playa de Lagos, donde hallaron un
muchacho que se llama José Aldo, a el cual,
habiéndolo llamado y examinado en razón
de lo contenido en su comisión, porque no dijo lo que
quería el confesante y los demás sus
compañeros le dijeron que pues no lo decía le harían que
lo dijese, dándole tormento. Y con efecto lo
hicieron poner el dedo pulgar de la mano
izquierda en el gatillo de la llave de la escopeta
y le apretaron el tornillo apretandole dicho dedo,
a que dio muchos gritos pidiendo que por amor de
Dios que lo dejasen, que él no sabía nada, y le
quitaron después de haberle atormentado
diciendo que le habían de ahorcar, y le
maniataron con unos cordeles y le llevaron
preso hacia el castillo de dicha villa. Y, habiendo
llegado cerca de él le mandaron soltar diciéndole
se fuese y no parase en aquella tierra, porque si
lo hacía le habían de llevar a Vélez, ponerle
en un potro y echar a galeras, dijo que
que es verdad que bajaron a la dicha playa,
donde examinaron diferentes testigos sin
fuerza ni violencia alguna, y no se acuerda de los
nombres de los que se examinaron, sobre que se
remite a los autos. Y esto es la verdad y lo demás niega.
Y por ahora se quedó esta confesión en este
estado para proseguirla cada que convenga,
lo cual dijo ser la verdad so cargo de su
juramento. Y lo firmó, y dicho receptor y yo, el presente
escribano de cámara, que de ello doy fe. Testado.
examinarlo si es verdad
Licenciado Don José de Luque
Mesa y Godoy Don José Laso
de la Vega
ante mí Baltasar de Rojas
Torrox Año de 1683
Traslado de la sumaria información
hecha de pedimento de Gaspar de
Claramonte, vecino de la villa de Torrox como
padre y legítimo administrador de Miguel de
Claramonte, su hijo.
Contra
don Francisco de Vivar, regidor de la ciudad
de Vélez; don José Laso de la Vega,
alguacil mayor, y Luis de Ortega, escribano
del número de la dicha ciudad en razón de los malos
tratamientos que hicieron al dicho Miguel
de Claramonte y otros vecinos de
la dicha villa.
Por ante
Alonso Pérez Pelayo, receptor.
escribano Baltasar de Rosales
[1] no puede ser que mi padre
haya dicho eso porque no tenemos
borricos ni mi padre ha visto nada
de eso ni lo ha sabido; porque yo he
andado con él y si mi padre
lo hubiera visto, lo hubiera visto
yo también. Que eso lo dicen
ustedes porque yo diga lo que no sé
;
a que dijeron: a fe que vienes
bien aleccionado
. Y entonces el
dicho don Francisco de Vivar dijo:
denle tormento que él
confesará
; y el dicho Francisco de
Guzmán sacó un cordel de
trabilla que lo tenía liado
en la vara de alguacil
y se lo puso a este declarante
en la muñeca izquierda,
y lo asió a la suya y le dio
vueltas alrededor levantando
en peso hacia arriba a este
declarante, diciéndole: cornudo,
di la verdad, que ahora lo dijo tu padre
.
A que respondió: Señores,
yo no sé nada. Déjenme
ustedes, por amor de Dios, que
me lastima usted mucho
.
Y entonces el dicho Francisco
de Guzmán le asió las dos
muñecas con el dicho cordel
y metió la suya en medio
retorciendo el dicho cordel,
y dándole vueltas,
levantando a este declarante,
empezó hacia arriba
que le quebraba las
muñecas, y viéndolo mucho
que le lastimaban les dijo
que como Dios estaba en
los cielos, era verdad que
no sabía nada de lo que le
preguntaban, y que lo
dejasen por amor de Dios.
Y como le apretaban más
y no lo querían soltar,
empezó a llorar y dar
gritos y entonces el dicho
Francisco de Guzmán
le echó las manos por
detrás de la cabeza y se las
apretó con el dicho cordel
lastimándole mucho a este
declarante diciéndole: cornudo, di
la verdad
. Y como no tenía
ni sabía que decir, dijo el
dicho don Francisco de Vivar:
Llévenlo a la cárcel con su padre
;
y lo llevaron arrastrando a la
cárcel de esta villa asido de las
muñecas el dicho Francisco de
Guzmán y otro ministro.
Y el día siguiente a este,
declarante y al dicho su padre los
sacaron de la cárcel de
esta villa; y en la puerta de ella,
al que le llamaban alguacil
mayor le oyó decir este
declarante: es este el de el
tormento, pues vayan a Vélez que allá
hay potros, chico y grande, y les
hará cantar echando un por
vida de Dios
. Y a este
declarante se le hicieron cardenales
en las muñecas de lo que le
habían apretado, de forma
que se le desollaron y mudó
el pellejo. Y los llevaron
presos a la cárcel de la ciudad
de Vélez donde los tuvieron
ocho días, y el dicho alguacil
mayor dijo asimismo
en la puerta de la cárcel
de esta villa que si este
declarante fuera mayor
había de hacer el cordel de
cuatro dobleces y había de hacer
un hecho que fuera sonado,
y que no sabe otra cosa y
que esto que ha dicho es la verdad
debajo de la fe y creencia que
tiene declarado, y no firmó porque
dijo no sabía, de que doy fe.
Ante mí Alonso Pérez Pelayo Receptor. 5d300 maravedís
E yo el dicho Alonso Pérez Pelayo, receptor del Rey Nuestro Señor
y del número de la Real Chancillería de Granada presente, fui a la presentación,
juramento y examen de los testigos de esta información y demás
autos que de mí se hace mención, y hice sacar este traslado en treinta
y cinco hojas con esta primero y último pliego del sello segundo, y lo del intermedio
común como va su original con quien concuerda que he de entregar
en el archivo de dicha real audiencia. Y montaron mis salarios de siete
días que me ocupé en ella y en sacar este traslado con el arrodeo del
camino cuatro mil y novecientos maravedís, a razón de a setecientos cada uno,
los cuales he recibido y cobrado del dicho Gaspar de Claramonte,
a cuyo pedimento se hizo por mano de Bartolomé Jiménez, residente en
esta villa. Con más cuatrocientos maravedís del papel sellado y común
del Registro y saca de dicha sumaria por haberlo yo puesto, como
parecerá de la certificación que he de otorgar en la ciudad de Vélez por
no haber al presente escribano en esta villa de Torrox. Y en fe de ello
lo signé y firmé en ella en cinco días del mes de noviembre de mil
y seiscientos y ochenta y tres años.
En testimonio de verdad.
Alonso Pérez
Pelayo, Receptor
Legenda: | Expansión • Conjetura • Tachado • Adición • Restitución • Sic |
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