Declaración de los
cirujanos. E luego e incontinenti su merced, dicho señor alcalde
mayor, por ante el presente escribano recibieron juramento a Dios y a
una cruz en forma de derecho de Juan de la Peñuela y
de Pedro de la Vega, cirujanos y vecinos de esta ciudad, los cuales,
habiendo jurado, prometieron de decir verdad. Y,
preguntados, dijeron: que por mandado de su merced dicho señor alcalde
mayor, han ido esta tarde asistiendo a su merced, con asistencia
del presente escribano y diferentes ministros, a una cueva que está en el
camino del Sacromonte, más allá del horno de
Campumano, entre la segunda y tercera cruz del dicho sitio, por bajo
de unas peñas que están a la mano izquierda. Que la
dicha cueva es muy angosta, que para entrar por ella es
menester entrar el cuerpo tendido o a gatas, de la cual
dicha cueva, en presencia de su merced y de los declarantes,
sacaron los hermanos de la Caridad un cuerpo difunto
de una mujer, según reconocieron por sus partes bajas,
el cual dicho cuerpo estaba tan fétido y hediondo,
malasmado todo, hinchado y reventado en diversas
partes del cuerpo como en los pechos, en el vientre,
en el muslo derecho y izquierdo y en el
hombro izquierdo, por donde salía grande
abundancia de gusanos y humores putrefactos, de que se
originaba estar la camisa y demás ropa manchada.
Y, por estar tan desunido y desgobernado el
cuerpo, no se pudo reconocer aunque se registró
bastantemente si tenía herida o golpe, porque la cara y
cabeza estaba desnuda de carne y telas, y solo descubrían
los huesos, por lo cual no se pudo reconocer
cosa alguna por donde se infiriese si la muerte había
sido natural o violenta. Todo lo cual dijeron
ser la verdad so cargo del juramento que tienen
hecho, y son de edad el dicho Pedro de la Vega de
cuarenta años y el dicho Juan de la Peñuela de treinta y seis años.
Y y lo firmaron y su merced rubricó, de que yo, el escribano,
doy fe.
Juan Luis de la Peñuela
Pedro Tebes
de la Vega
Ante mí,
Antonio Ortiz de Luque,
escribano.
Diligencia y
reconocimiento de otros dos cirujanos. [1]
E luego incontinenti su merced, dicho señor alcalde mayor,
prosiguiendo en las diligencias de esta causa con asistencia
del presente escribano y de diferentes ministros, y de Pedro
Gómez de Villanueva y José Buenrostro,
cirujanos y vecinos de esta ciudad, siendo a hora de las ocho de
la noche, poco más o menos, fue a la placeta de la
iglesia colegial de Señor San Salvador de esta ciudad, donde se halló
en las angarillas de la hermandad de la Caridad
el cuerpo difunto de la mujer contenida en esta
causa, el cual miraron y reconocieron los dichos
dos cirujanos. Y, habiéndolo hecho bajo de juramento que
hicieron a Dios y a una cruz en forma de derecho, y
prometieron decir verdad, y dijeron han visto,
mirado y reconocido el cuerpo difunto que
está en dichas angarillas, el cual está tan fétido y
hediondo, malasmado, todo hinchado y reventado en
diversas partes del cuerpo como es en los pechos,
vientre, hombro izquierdo y otros sitios de su cuerpo por donde sale
grande abundancia de gusanos y humores
putrefactos, de que se origina estar la camisa y demás
ropa manchada. Y, por estar tan desunido y
desgobernado el cuerpo, no se puede reconocer aunque se
registró bastantemente si tenía herida o golpe de que
pudiese haber muerto, porque la cara y cabeza
está desnuda de carne y telas y solo descubre los huesos,
por lo cual no se puede reconocer cosa alguna por
donde se infiriese si la muerte había sido
natural o violenta. Todo lo cual dijeron ser la verdad
so cargo de el juramento que hecho tienen, y que son de edad el dicho Pedro
Gómez de más de cincuenta años y el dicho José de Buenrostro
de treinta años. Y lo firmaron y rubricó su merced, de que doy fe.
Pedro Gómez de
Villanueva José de
Buenrostro
ante mí, Antonio Ortiz de Luque,
escribano.
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