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Retrato de la Loçana andaluza. Edición digital
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señora, yo’s lo diré. Çierto es que si yo no tuuiese vergüença, que quantos ombres passan
querría que me besasen, y si no fuesse el temor, cada uno entraría y pediría lo vedado.
Mas el temor de ser castigados los que tal hiziesen, no se atreuen; porque la ley es hecha
para los transgressores. Y assí de la vergüença, la qual ocupa que no se haga lo que se piensa. Y
si yo supiesse o viesse estas tres cosas que arriba he dicho, sabría más que Juan d’Espera
en Dios, de manera que quantas putas me viniesen a las manos les haría las çejas a la
chançilleresca, y a mi marido se los pornía verdes, que sinifican esperança, porque me
metió el anillo de cuerno de búfalo. Y la quarta, que penitus jnñoro es: ¿de quién me ten
go de enpreñar quando alguno m’enpreñe? Señora, vaya Jusquina delante y lleue los
adereços. Vamos por aquí, que no ay gente. Señora, ya comiençan las máxcaras. ¡Mi
re vuestra merçed quál va el vellaco de Hércoles enmaxcarado! Y ¡oliua, oliua de
Spaña! Aquí vienen y hazen quistión, y van cantando. ¡Agora me vezo sonar de rezio!
Entre vuestra merçed y salgamos presto, que me vernán a buscar más de quatro agora
que andan máxcaras, que aquí ganaré yo qualque ducado para dar la parte a mastro Ar
esto el de Betrala, que medicó el asno y meritó el aluarda. ¡Pues vaya a la hor
ca, que no me ha de faltar ombre, aunque lo sepa hurtar!
Mamotreto LXIII. Cómo la Loçana fue a su casa y enbió por vn sastre, y
se vistió del paño que le dieron en casa del coronel,
y lo que pasó con vna boua. Y dize la Loçana
loçana:
¿Dónde metéys essa leña? ¿Y el caruón? ¿Está abaxo? ¿Mirastes si era bueno? ¿So
bistes arriba los barriles, los presutos y quesos? ¿Contastes quántas pieças de te
la vinieron? ¿Vistes si el olio está seguro que no se derrame? Pues andá: llamá
a maestro Gil, no sea para esotra semana. Y mirá que ya comiençan las máxcaras a an
dar en torno. Estas carrastollendas tenemos de ganar. Torná presto porque prestéys
essos vestidos a quien os los pagare. ¿Veys? Viene madona Pelegrina, la sinple, a sse afei
tar. Aunque es boua, sienpre me da vn julio; y otro que le venderé de solimán, serán dos.
En
trá, ánima mía cara. ¿Y con este tienpo venís, ánima mía dulçe, saporida? ¡Mirá qué ojos
y qué dientes! Bien pareçe que soys de buena parte. Bene mío, assentaos, que venís cansada, que
vos soys española, por la vida, y podría ser, que los españoles por do uan sienbran, que ve
ynte años ha que nos los tenés allá por essa Lonbardía. ¿Estáys gráuida, mi señora?
pe
legrina:
Señora, no. Mas si vos, señora Loçana, me supiésedes dezir con qué me engra
uidase, yo’s lo satisfaría muy bien, que no deseo en este mundo otro.
loçana: ¡Ay, ánima
mía ençucarada! Récipe lo que sé qu’es bueno, si vos lo podéys hazer. Tomá sáuana de
frayle que no sea quebrado y halda de camisa de clérigo macho y reçincháoslas
a las caderas con vñas de sacristán marçolino, y veréys qué hijo haréys. pelegrina:
Señora Loçana, vos que sabéys en qué caen estas cosas, dezime, ¿qué quiere dezir que quan
do los ombres hazen aquella cosa se dan tanta prisa?
loçana: Auéys de saber que me plaze,
porque el dicípulo que no dubda ni pregunta no sabrá jamás nada, y esta tierra haze
los ingenios sotiles y biuos, máxime vos, que soys de la Marca. Muncho más sabréys in
terrogando que no adeuinando. Auéys de saber que fue vn enperador que, como viese que
las mugeres tenían antiguamente cobertera en el ojo de cucharica de plata y los
ombres fuessen eunucos, mandó que de la cobertera hiziessen conpañones a los ombres.
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