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Retrato de la Loçana andaluza. Edición digital
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que no sabe lo que tiene, que ayer solamente, porque hizo vender vn sueño a vno, le die
ron de corretaje quatro ducados.
loçana: ¿Sabes con qué me consuelo? Con lo que dixo
Ranpín, mi criado: que en dinero y en riquezas me pueden lleuar, mas no en lina
ge ni en sangre.
sagüesso: Boto a mí que tenéys razón, mas para saber lo çierto
será menester sangrar a todas dos, para ver quál es mejor sangre. Pero vna cosa
veo: que tiene gran fama, que dizen que no es naçida ni naçerá quien se le pueda
conparar a la Çelidonia, porque Celestina la sacó de pila.
loçana: Deso me querría yo reýr,
de la puta cariacochillada en la cuna que no me fuesse a mí tributaria. ¡La puta vieja
otogenaria! Será menester hazer con ella como hizieron los romanos con el pópu
lo de Herusalén. sagüesso:
¿Qué, por vuestra vida, señora Loçana?
loçana: Quando los
romanos vençieron y señorearon toda la tierra de Leuante, ordenaron que, en señal de
tributo, les enbiasen doze hijos primogénitos, los quales, viniendo muy adornados
de joyas y vestidos, traýan sus vanderas en las manos y por armas vn letrero que
dezía en latín: “Quis mayor unquam Israel?”, y ansí lo cantauan los niños hierosolimita
nos. Los romanos, como sintieron la cançión, hizieron salir sus niños vestidos a la an
tigua y con las vanderas del Senado en las manos y como los romanos no tenían
sino vna blanca en canpo roxo, que Constantino les dio por armas, hazen poner
debaxo de la vna S y vna Pque y vna R, de manera que, como ellos dezían
“¿Quién fue jamás mayor que el pueblo ysraelítico?”, estotros les repondieron con
sus armas diziendo
“Senatus Populusque Romanus”.
Ansí que, como vos dezís, que quién
se halla mayor que la Çelidonia, yo digo: “Loçana y Ranpín en Roma”. sagüesso:
¡Por
vida del gran maestro de Rodas, que me conbidéys a comer sólo por entrar debaxo
de vuestra vandera!
loçana: ¿Por qué no? Entrá en vuestra casa y mía y de todos los buenos,
que más ventura tenéys que seso. Pero entrá cantando: “¿Quién mayor que la Çeli
donia? Loçana y Ranpín en Roma”.
sagüesso: Soy contento, y avn baylar como osso
en colmenar, alojado a discriçión.
loçana: Calla, loco, caxcos de agua, qu’está arriba madona Diuiçia y alojarás tu cauallo.
sagüesso: Beso las manos de sus alfardillas
que, voto a Dios, que os arrastra la caridad como gramalla de luto.
loçana: Y a ti la ventu
ra, que naçiste de pies.
sagüesso: ¡Boto a mí, que naçí con lo mío delante!
loçana: Bien se te pareçe en
esse remolino. Çierra la puerta y sube pasico y ten discreçión.
sagüesso: Así goze yo
de vos, que esta mañana me la hollé, que me sobra y se me cae a pedaços.
Mamotreto LIII. Lo que passan entre todos tres, y dize la Loça
na a Diuiçia
loçana:
¡Ay, cómo vienes fresca, puta! ¿Aste dado solaçio y buen tienpo por allá? ¿Y los
dientes de plata? ¿Qué son dellos?
diuiçia: Aquí los traygo en la bolsa, que me
hizieron estos de hueso de çieruo y son mejores, que como con ellos.
loçana: ¡Por
la luz de Dios, que se te pareçe la feria! ¿Chamelotes son essos v qué?
diuiçia: Mira, her
mana, más es el deseo que traygo de uerte que quanto gané. Siéntate y comamos, que
por el camino coheché estas dos liebres. Dime, hermana, ¿quién es este que sube?
loçana:
Vn ombre de bien que comerá con nosotras.
sagüesso: Esté norabuena esta ga
lán conpañía.
loçana: Mira, Sagüeso. ¡Qué pierna de puta y vieja!
diuiçia: ¡Está queda, puta Loçana,
que no lo conosco y quieres que me vea!
loçana: ¡Mira qué onbligo! ¡Por el siglo de tu padre
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