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Retrato de la Loçana andaluza. Edición digital
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y de vna aguja hazen tres. Y ellas al reués. Yo me recuerdo hauer oýdo en Leuante
a los christianos de la çintura, que contauan cómo los moros reprehendían a los chri
stianos en tres cosas: la primera, que sabían escreuir y dauan dineros a notarios y
a quien escriuiese sus secretos; y la otra, que dauan a guardar sus dineros y hazían
ricos a los canbiadores; la otra, que hazían fiesta la terçia parte del año, las quales
son para hazer al hombre sienpre en pobreza y enriqueçer a otrie que se ríe de gozar
lo ajeno. Y no me curo, porque, como dizen: “No ay cosa nueua debaxo del sol”. Querría
poder lo que quiero, perho, como dixo Séneca: “Graçias hago a este señal que me dio
mi fortuna, que me costriñe a no poder lo que no deuo de querer”. Porque de otra ma
nera, yo haría que me mirassen con ojos de alinde. ranpín: ¿Qué hazéys? Mirá, que os
llama vn moço de vn nouiçio bisoño. loçana: Vení arriba, mi alma. ¿Qué buscáys? her
geto: Señora, a vuestra merçed, porque su fama buela. loçana: ¿De qué modo, por vida de
quien bien queréys? Que vos nunca os hezistes sosegadamente, que el ayre os lo da, y
si no, os diese çien besos en esos ojos negros. Mi rey, dezime, ¿y quién os dixo mal de
mí? hergeto: Señora, en España nos dixeron mill bienes de vuestra merçed y en la nao
vnas mugeres que tornan acá con vnas niñas que quedan en Çiuitavieja, y ellas ve
zan a las niñas vuestro nonbre porque, si se perdieren, que vengan a uos porque no tienen
otro manparo. Y vienen ha uer el año santo, que, segund dizen, an visto dos y con este
serán tres, y creo que esperarán el otro por tornar contentas. loçana: Deuen de ser mis
amigas y por esso saben que mi casa es alhóndiga para seruirlas y haurán dicho
su bondad. hergeto: Señora Loçana, mi amo viene de camino y no está bueno. Él
os ruega que le vays ha uer, que es hombre que pagará qualquier seruiçio que vuestra mer
çed le hiziere. loçana: Vamos, mi amor. A vos digo, Ranpín. No’s partáys, que auéys de
dar aquellos trapos a la galán portuguesa. ranpín: Sí haré. Vení presto. loçana: Mi amor, ¿dó
posáys? hergeto: Señora, hasta agora yo y mi amo auemos posado en la posada
del señor don Diego o Santiago a dormir solamente, y comer en la posada de Bar
toleto, que sienpre salimos sospirando de sus manos, pero tienen esto: que sienpre siruen
bien. Y allí es otro estudio de Salamanca y otra Sapiençia de París y otras Gradas de
Seuilla y otra Loja de Valençia, otro Drageto a Rialto en Venecia y otra baruería
de cada tierra y otro Chorrillo de Nápoles: que más nueuas se cuentan allí que en nin
guna parte destas que he dicho, por munchas que se digan en Vancos. En fin, hemos tenido
vna vita dulçedo y agora mi amo está aquí en casa de vna que creo que tiene bulda
firmada de la cancillería de Valladolid para dezir mentiras y loarse y dezir qué fue y
qué fue, y boto a Dios que se podía dezir de quinze años, como Elena. loçana:
¿Y a qué es veni
do vuestro amo a esta tierra?
hergeto: Señora, por corona. Dezime, señora, ¿quién es aquella
galán portuguesa que vos dexistes?
loçana: Fue vna muger que mandaua en la mar y en la
tierra, y señoreó a Nápoles, tienpo del Gran Capitán, y tuuo dineros más que no quiso, y
vesla allí asentada demandando limosna a los que passan.
hergeto: ¿Aquella es? Temor
me pone a mí, quanto más a las que ansí biuen. Y mirá, señora Loçana, como dizen en latín: “non
praeposuerunt Deum ante conspectum suum”, que quiere dezir que no pusieron a Dios las tales
delante a sus ojos. Y nótelo vuestra merçed esto.
loçana: Sí haré. Entremos presto, que tengo que
hazer. ¿Aquí posáys, casa dessa puta vieja lengua d’oca?
hergeto: Doña Ynés, zagala
como espada del Cornadillo.
loçana: ¡Esta sacó de pila a la donzella Teodor!
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