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Retrato de la Loçana andaluza. Edición digital

AutorFrancisco Delicado (1485-1535)
Lugar de publicaciónVenecia
Año de publicaciónca. 1530
Ubicación del originalBiblioteca Nacional de Austria
Extensión108 páginas

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sabios, dubdo la sanidad, y pues yo voy a Cáliz, suplico a vuestra merçed se venga comigo. loçana: Yo, señor, verné a la fin del mundo, mas dexe subir a mi tía arriba y, pues quiso mi ventura, seré sienpre vuestra más que mía. tía: ¡Aldonça! ¡Sobrina! ¿Qué hazéys? ¿Dónde estáys? ¡O, pecadora de ! El ombre dexa el padre y la madre por la muger, y la muger oluida por el ombre su nido. ¡Ay, sobrina! Y si mirara bien en vos, viera que me aviedes de burlar, mas no tenéys vos la culpa, sino yo, que teniendo la yesca, busqué el eslauón. ¡Mirá qué pago, que si miro en ello, ella misma me hizo alcagüeta! ¡Va, va, que en tal pararás!

Mamotreto IV. Prossigue el autor

Ivntos a Cáliz, y sabido por Diomedes a qué sabía su señora, si era concho o veramente asado, començó a ynponella según que para luengos tienpos durasen iuntos; y viendo sus lindas carnes y lindeza de persona, y notando en ella el agudeza que la patria y parentado le auían prestado, de cada día le crescía el amor en su coraçón, y ansí determinó de no dexalla. Y passando él en Leuante con mercadançía, que su padre era vno de los primos mercaderes de Italia, lleuó consigo a su muy amada Aldonça, y de todo quanto tenía la hazía partícipe; y ella muy contenta, viendo en su caro amador Diomedes todos los géneros y partes de gentil ombre, y de hermosura en todos sus mienbros, que le paresçía a ella que la natura no se auía reseruado nada que en su caro amante no huuiese puesto; e por esta causa, miraua de ser ella presta a toda su voluntad; y como él era v́nico entre los otros mercadantes, sienpre en su casa auía concurso de personas gentiles y bien criadas; y como veýan que a la señora Aldonça no le faltaua nada, que sin maestro tenía ingenio y saber, y notaua las cossas mínimas por saber y entender las grandes y arduas, holgauan de ver su eloquencia; y a todos sobrepujaua, de modo que ya no auía otra en aquellas partes que en más fuesse tenida, y era dicho entre todos de su loçanía, ansí en la cara como en todos sus mienbros. Y viendo que esta loçanía era de su natural, quedoles en fábula que ya no entendían por su nonbre Aldonça, saluo la Loçana; y no solamente entre ellos, mas entre las gentes de aquellas tierras dezían la Loçana por cosa muy nonbrada. Y si muncho sabía en estas partes, muncho más supo en aquellas prouincias, y procuraua de ver y saber quanto a su facultad pertenesçía. Siendo en Rodas, su caro Diomedes la preguntó: Mi señora, no querría se os hiziese de mal venir a Leuante, porque yo me tengo de disponer a seruir y obedeçer a mi padre, el qual manda que vaya en Leuante, y andaré toda la Berbería, y principalmente donde tenemos trato, que me será fuerza de demorar y no tornar tan presto como yo querría, porque solamente en estas cibdades que agora oirés tengo de estar años, y no meses, como será en Alexandría, en Damasco, en Damiata, en Barut, en parte de la Soria, en Chiple, en El Cayre y en el Xío, en Constantinópoli, en Corinthio, en Tesalia, en Boecia, en Candía, a Venecia y Flandes, y en otras partes que vos, mi señora, veréys si queréys tenerme conpañía. loçana: ¿Y quándo quiere vuestra merçed que partamos? ¡Porque yo no delibro de boluer a casa por el mantillo! Vista por Diomedes la respuesta y voluntad tan suscinta que le dio con palabras antipensadas, muncho se alegró y suplicola que se esforçasse a no dexarlo


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